Esta vez nos adentraremos en la moda de la alta sociedad habanera del siglo XIX, pues la moda no es solo frivolidad, forma parte de la cultura inmaterial de cada nación. Refleja a la sociedad que la genera, representa un discurso personal dentro de las normas sociales.

Más que combinar conjuntos se trata de un fenómeno psicológico que enlaza a la historia, la sociedad y el individuo.

Conocer sobre el vestir de nuestros antepasados es quizás una forma de sentirlos más cerca, después de todo…la moda es cíclica.

Desde inicios del siglo XIX está latente el proceso de formación de la nacionalidad y la nación, que entre otros muchos aspectos tenía como esencia la diferenciación entre el criollo y el español.

Tal fenómeno se manifestó en todas las aristas de la sociedad, como la cultura, la economía o la educación. El vestir, en tanto reflejo objetivo de la realidad social, también formó parte de este proceso.

En el siglo XIX la alta sociedad criolla destacaba por sus ricas vestiduras, especialmente la habanera. Así lo notarían diversos visitantes de la Isla.

«En cuanto al porte y esplendor de los vecinos, no iguala a la Habana México ni Lima, sin embargo de la riqueza y profusión de ambas Cortes, pues en ellas, con el embozo permitido, se ahorra o se
oscurece en parte la ostentación, pompa y gala; pero acá siempre es igual y permanente, aun en los individuos de menor clase y conveniencia, porque el aseo y atavío del caballero o rico excita o mueve al plebeyo y pobre oficial a la imitación y tal vez a la competencia».

Arrate, 1949

La moda de la alta sociedad habanera a inicios del siglo XIX.

la moda de la alta sociedad habanera
Familia Manrique de Lara (1810-20), atribuido a Juan Bautista Vermay, Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba

El traje de las féminas sufrió una asombrosa transformación, pues en Europa era tendencia la llamada «moda a la antigüedad clásica«, inspirada en las túnica greco-romanas.

Los vestidos eran de amplios escotes, el talle se colocó debajo de los pechos, los pesados vestidos de antaño fueron sustituidos por túnicas ligeras que apenas requerían ropa interior.

Predominaban los tonos claros y ligeros, telas suaves como muselina, batista (linón) y gasa. Se cambiaron los vestidos recargados por la sencillez y la frescura, tan necesarias en el clima tropical.

la moda de la alta sociedad habanera
Retrato de Justa de Allo y Bermúdez, de Vicente Escobar. Ejemplo de la moda de la alta sociedad habanera

Los hombres no tuvieron igual suerte con su vestimenta, pues aunque tenían un número fijo de prendas estas eran calurosas, seguían sobre todo el estilo británico.

la moda de la alta sociedad habanera
George Bryan Brummell, prototipo de la elegancia británica.

El frac para vestir, la levita o chaqué para el diario, común denominador eran los pantalones largos y chalecos cortos. Las telas utilizadas carecían de incrustaciones y bordados, eran de tonos neutros; el gris y el negro fueron considerados símbolos de distinción.

La camisa, el chaleco y la chaqueta se caracterizaron por ser de cuello alto, en ocasiones cubrían la mitad de la mejilla. La casaca, el calzón y las medias de seda, de la afrancesada moda del siglo pasado, quedaron reservadas para ceremonias oficiales.

Mediados de siglo (1830-1870)

En este periodo se abandona la sencillez y la frescura para instaurar la era del miriñaque.

Desde 1820 el talle comenzó a bajar hasta que retornó a la cintura, al mismo tiempo se fueron hinchando falda y mangas (llamadas de jamón o pierna de cordero).

Retornó el temido corsé, para dar esa imagen de fragilidad con el talle de avispa.

A las damas no les detuvo el calor sofocante al que nuevamente se enfrentaban debido a la abundancia de ropa interior, profusión de adornos y telas.

Ellas seguían la máxima de «para lucir hay que sufrir«.

A partir de 1848 era considerada de uso obligatorio la criolina, miriñaque o jaula (también llamada malacov), la que brindaba un volumen extremo a la falda y requería para su confección una gran cantidad de tejido. Cómo dato curioso, sobre el uso del malacoff (malacov) se encuentran referencias en la novela de José Martí «Amistad funesta«, escrita en 1885.

la moda de la alta sociedad habanera
Era de la criolina, 1859, C.E. Jensen

Pero las criollas decidieron adaptar algunos elementos del vestuario a sus gustos y conveniencias:

  1. Simplificaron los peinados y tocados.
    Rara vez utilizaban sombrero, bonete o peineta; preferían lucir las espléndidas cabelleras con peinados relativamente sencillos, dijeron adiós a los peinados altos. El principal adorno eran las flores frescas en el cabello.
  2. Utilizaban vestidos escotados aún en la ropa de diario.
    La moda europea dictaba que los escotes eran solo para los vestidos de ceremonia, pero las cubanas por cuestiones del clima preferían los escotes en toda ocasión. Las mangas muchas veces eran cortas o simples cintillas al hombro.
  3. Predominio del color blanco.
    Las criollas preferían el blanco y demás tonos claros. Tenían predilección por tejidos como la muselina, el linón, el percal y el algodón.
  4. No utilizaban guantes ni mitones.
  5. Se destacaba el uso de accesorios como el abanico y las mantillas, chales, mantones.
  6. Se destacaron por una utilización excesiva de joyería, relacionado con las ansias de ostentación y de rivalizar con las peninsulares. Brazaletes, collares, aretes, todos de la más fina orfebrería europea.
la moda de la alta sociedad habanera
El Quitrín, Federico Mialhe Toussaint. 1948

«El lujo de las mujeres es muy rebuscado, no es lujo aparatoso pero sensual. Para ellas es un modo de ser y de vivir ya que sus trajes son de la mayor sencillez. Por la mañana una amplia bata o traje de linón,
por la noche se visten de linón pero con mangas cortas, corpiños escotados, y en sus cabezas bien peinadas llevan una flor natural colocada sin arte y sin aparato.

Bajo esta sencillez se esconden raras delicadezas; su ropa interior es del batista más fino adornada con encajes, se las cambian varias veces al día.

Los trajes de linón siempre bordados y adornados igualmente con encajes sólo se Ilevan nuevos y cuando se lavan se los dan a las negras.

Una habanera sólo usa medias de seda, y nuevas, y al quitárselas las tira. Sus pequeños zapatos bien pronto los dejan abandonados, y como todo lo demás va para las negras, a las cuales no les falta originalidad en el vestir…

Una habanera no usa nunca dos veces sus trajes de baile, aunque son de un gran lujo,
enviados a gran coste desde París; pero una joven preferiría no ir al baile si tiene que presentarse por segunda vez con el mismo traje.

En el teatro las mujeres están siempre de gran toilette y como en los bailes, lucen diamantes que poseen en gran número, montados en París»

Condesa de Merlín, 1983

La moda masculina no sufrió severas transformaciones por parte de los criollos, seguían las orientaciones de la moda francesa o inglesa. Se incorporó el uso de la americana o saco. La combinación de pantalón, chaqueta y chaleco del mismo género y color (terno) le proporcionó mayores comodidades.

Aunque solo eran admitidas dichas prendas para la casa, la mañana, el campo o los paseos por mar.

Preferían para la confección de estos conjuntos el dril (algodón crudo) y el color blanco era muy gustado para fiestas y ocasiones similares.

la moda de la alta sociedad habanera
Hombre y mujer a la moda europea de mediados de siglo

También era común la utilización de sombreros de materiales y modelos diferentes, como los de paño, con variados tipos de copa y ala.

Últimas décadas (1870-1900)

La moda femenina, siempre más inquieta, puede dividirse en dos periodos con características distintivas. El primero de 1870 a 1890 y el segundo, la última década del siglo.

Desde 1860 el miriñaque comenzó a achatarse en su parte delantera y abultarse atrás, está gradual variación dio lugar a la criolina elíptica o semi-jaula.

Con la simplificación de esta armazón se llega al polisón, almohadilla rellena o estructura que proporcionaba abultamiento al trasero.

criolina eliptica
Criolina elíptica.

Con estas armazones se comienzan a usar los llamados «tapiceros», vestidos con grandes cantidades de telas de diversas texturas y colores cuyos adornos se agrupaban mayormente sobre el polisón.

Resurge la cola para ayudar a la ilusión de alargamiento de la figura, los peinados altos y coronados por pequeños sombreros.

Entre 1876 y 1882 dejó de utilizarse el polisón y se ajustó la falda lo más posible, sin abandonar los excesivos adornos y peinados.

moda francesa 1878
Moda francesa de 1878.

Al regresar el polisón este abultaba más. Al finalizar la década se simplificó la parte inferior de los vestidos y retornó la manga de jamón.

transformacion de la criolina en polison
Transformación de la criolina en polisón.

Surgió una nueva silueta, falda lisa y sin pliegues (se abandona el uso del polisón), adherida al cuerpo en cintura y caderas, abriendo hacia abajo. Cuellos altos para el diario y escotados para la noche, mangas voluminosas. Los sombreros fueron aumentando sus dimensiones a medida que se estrechaba la figura.

Se difundió con rapidez el uso del traje sastre o trotteur (compuesto de falda y chaqueta de inspiración masculina).

También era usual las combinaciones de falda y blusa, con lo que se brindaba mayor comodidad y sencillez al atuendo.

moda de 1896
Moda de 1896

Todo esto se vio propiciado por la parición de la alta costura en París, que influenció a las criollas desde finales de este siglo y aumentaría su influjo en el XX.

Figurines de moda masculina Chaque 1894
Figurín de moda masculina, chaqué, 1894

El traje masculino apenas sufrió variaciones, la elegancia se medía por la rigurosidad en la selección del conjunto adecuado para cada momento. Saber variar y utilizar según las exigencias de la etiqueta las cinco prendas que conformaban dicho atuendo (frac, smoking, chaqué, levita y americana) con sus respectivos camisa, chaleco, corbata y pantalón, era indicador de la distinción de un caballero.

figurines de moda masculina Fracs 1894
Figurines de moda masculina, fracs, 1894.

Por este motivo cobraron gran importancia los accesorios: bastón, reloj, guantes, sortijas, gemelos; que estaban

estrictamente relacionados con la hora y la actividad a realizar.


Bibliografía

  • Arrate y Acosta, José Martín Félix. Llave del nuevo Mundo (Prólogo y notas de Julio
    Le Riverend Brussone). Fondo de Cultura Económica, 1949, México.
  • Fernández, Diana. Lo cubano en el vestir. Apuntes esenciales. Ediciones Unión, 2018, Cuba.
  • Sarmiento Ramírez, Ismael. Vestido y calzado en la población cubana del siglo XIX.
  • Santa Cruz y Montalvo, Mercedes (Condesa de Merlín). Viajeras al Caribe. Casa de las Américas, La Habana, 1983, Cuba.

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