Isabel Santos ilumina una época, la marca e identifica, ella es la década de los 80, el punto especial de una de las más grandes generaciones de actores que ha visto Cuba.

Todos nos enamoramos en algún momento de su fuerza, su belleza, de esa capacidad de transmitirlo todo solo con el rostro, empleando con toda estridencia el silencio más orgánico. ¡Ah! Esa escena final de «Algo más que soñar», o el plano descompuesto en que termina «Clandestinos«, son dos de los momentos más grandes de la actuación cubana.

Isabel Santos
Clandestinos, casi en la escena final.

El largo romance de la niña y la cámara

Isabel Santos fue una niña guajira, creció en un pequeñito batey de Camagüey -donde nació un 4 de septiembre de 1961-,  y durante muchos años no tuvo conciencia de qué era el cine, y ni siquiera supo de la existencia del teatro hasta llegar a La Habana. Lo suyo fue un raro caso de talento en estado natural, metafísicamente hablando diríamos que nació para ser actriz.

Ya entrados los años 70 la guajirita ve por primera vez un TV, en el círculo del batey, poco después llega el cine móvil, Adela Legra en blanco y negro cautiva a una niña, que sin saberlo ya ha comenzado a convertirse en actriz.

La Habana era un monstruo que devoraba sueños, pero la niña del batey Senado era una fuerza de la naturaleza, el talento en estado puro y había llegado para no volver atras.

Brilló desde bien tempranito, haciéndose un sitio entre una pléyade de condiscípulos talentosos, como: los hermanos Néstor y Luisa María Jiménez, Omar y Jorge Félix Alí, Lily Rentería, Sirito Soto, Enma Robaina, Jorge Martínez y Alberto Pujols. 

Su debut, gracias a la osadía de Juan Vilar, fue compartiendo escena con figuras de la talla de Eloísa Álvarez Guedes, Carlos Moctezuma y Salvador Wood. Era a penas una muchachita y resaltaría entre grandes.

Isabel Santos ¿Belleza contra talento?

Que Isabel Santos fue una joven increíblemente bella es algo conocido, pero lo curioso de su caso es que, a pesar de ello, se le reconociera desde los inicios como una buena actriz.

Isabel Santos

La crítica la señaló desde bien temprano como lo mejor de los debutantes en la telenovela «Pasos hacia la montaña», o resaltó su trabajo en «Lejanía». Luego vinieron papeles consagratorios como la Amalia de «Algo más que soñar«, o la Nereida de «Clandestinos». Con ambos haría época, pues en uno protagoniza el primer desnudo de la televisión cubana, y con el segundo simplemente se cubrió de elogios.

Isabel Santos
«Algo más que soñar»

Lo interesante del caso, es que su precoz carrera televisiva y cinematográfica es muy posible que se la deba al hecho, curiosísimo, de no haber aprobado los exámenes de ingreso al ISA. Sí, por raro que suene, una de las grandes actrices cubanas no logró pasar esos exámenes, en su caso el pretexto fue la ortografía.

Flashazos en 35mm

En su carrera actoral la balanza se inclina por mucho al cine; ha declarado que ama la televisión, pero que la poca profesionalidad de la actual la desencanta; alguna vez dijo tener poca paciencia para el teatro; surcó de veras La Habana en globo para «La vida es Silbar«; para el personaje de Nereida tanto Fernando como Luis Alberto, cada uno por su parte,  pensaban en ella para interpretarlo; ha confesado temerle a dirigir filmes de no ficción, sin embargo ha rodado cuatro documentales.

Su talento, desbordante, rebasa los papeles secundarios que ha solido aceptar, cuando les da vida el espectador simplemente no puede obviarla, como en «Vestido de Novia«, donde convierte a su travesti en una pieza importante. Eso, se llama talento.

Isabel Santos
En «Vestido de Novia»

Isabel Santos ha vivido muchas vidas, ha entrado de maneras tan fuertes y diversas en las nuestras, que hoy, en el imaginario popular, su nombre es sinónimo de calidad, uno la ve en algo y piensa «uhm, esto estará bueno«. Para un actor, asumo, ese debe ser el Paraíso.