La bella casa colonial de la calle Amargura No. 56, cuidadosamente restaurada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, perteneció originalmente al alférez Francisco del Pico.

Esta casona medianera de dos pisos, en la calificadísima opinión del arquitecto Joaquín Weiss, se distingue:

«(…) por el complicado y bello arco mixtilíneo que forma la embocadura de la escalera.»

Se construyó la casa de la calle Amargura No. 56 en el siglo XVIII y su primer propietario conocido fue el alférez Francisco del Pico, natural de Galicia, quien estaba casado con la habanera Justa de Jesús Ruis.

De dos plantas, con cimientos de cantería y muros de piedra rasante, paredes de mampostería mixta, tabiques de ladrillos hechos con yeso y azotea con suelos de enrajonado y hormigón.

Durante el siglo XIX la casa cambió varias veces de propietario. Se le añadieron habitaciones y se modificó, pero sobresalió siempre por su calidad constructiva y ubicación en una de las calles más antiguas y concurridas de la ciudad, como vivienda para rentar.

En el año 1860, en la casa de la calle Amargura No. 56 se radicaron los comerciantes Herrera, Bolet y Cía, los que se dedicaban al ramo del tabaco.

Para el año 1927, estaba arrendada por Carlos Arnoldson, un prominente hombre de negocios que, además, se desempeñaba como cónsul de Holanda y Suiza en Cuba. Allí tenía establecida la sede de su empresa «Carlos Arnoldson and Company, Ltd».

Además de su vistosa portada y escalera, la antigua casa de la calle Amargura, No. 56, destaca por sus paredes interiores con pinturas murales.

La casa es realmente hermosa, pero muy difícil de fotografiar debido a su posición medianera, la estrechez de la calle Amargura y la entresombra que sobre ella proyectan los árboles del parque de enfrente.

Por sus valores patrimoniales, el inmueble tiene está declarado con Grado de Protección I.