El monumento a los expedicionarios de Narciso López se encuentra situado en la falda sur del Castillo de Atarés en La Habana Vieja, y marca el lugar exacto en el que, el 16 de agosto de 1851, fueron fusilados 51 de los expedicionarios (en su mayoría estadounidenses) que habían acompañado al general venezolano en el vapor «El Pampero» durante su tercera intentona anexionista.
Este casi desconocido monumento habanero fue erigido en el año 1914 por el Escuadrón K del Regimiento Número 1 de la Guardia Rural, que servía de guarnición al Castillo de Atarés.
Durante la República era visitado con frecuencia por las autoridades cívicas y militares con el objetivo de rendir honores al sacrificio de los allí fusilados; pero tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, el monumento a los expedicionarios de Narciso López cayó rápidamente en el olvido.
A la desmemoria contribuyeron, casi a partes iguales, el tratamiento histórico y político que dio la historiografía oficial cubana a la figura de Narciso López por su declarado anexionismo y el hecho de que físicamente el monumento quedó «atrapado» dentro de los límites de la Unidad de Patrullas, lo que impide que pueda ser visitado por el público.
El monumento a los expedicionarios de Narciso López está conformado por un pequeño obelisco de mármol sobre un pedestal al que se asciende por cuatro peldaños de piedra.
En la base del monumento a los expedicionarios de Narciso López se colocó una tarja con la siguiente leyenda:
«A los patriotas de 1851,
La Guardia Rural por iniciativa de los hombres del Escuadrón K»
Los hombres detrás del monumento a los expedicionarios de Narciso López
Los expedicionarios del vapor El Pampero con Narciso López al mando desembarcaron por Bahía Honda, Pinar del Río, el 12 de agosto de 1851 y avanzaron sobre Las Pozas, donde fueron derrotados por las fuerzas españolas comandadas por el Segundo Cabo de la Isla de Cuba, el Teniente General Enna que les hicieron muchos muertos y los dispersaron.
Un numeroso grupo de filibusteros al frente del cual se encontraba el coronel norteamericano William Logan Crittenden huyó hacia la costa y se refugió en Cayo Levisa con el propósito de reembarcarse hacia los Estados Unidos, pero fueron sorprendidos por un buque de guerra español que los condujo prisioneros a La Habana.
Juzgados como piratas se les fusiló inmisericordemente en la falda sur del Castillo de Atarés, donde seis décadas se levantó el obelisco en su memoria.
En total fueron ejecutados 51 expedicionarios del vapor El Pampero: 40 estadounidenses, cuatro irlandeses, dos cubanos, dos húngaros, un italiano, un escocés y un filipino.
Desconoce el que esto escribe qué sucedió con los cadáveres de los aventureros que acompañaron a López en su fallido intento de separar a Cuba de España. Lo más probable es que hayan sido sepultados en las cercanías del mismo Castillo de Atarés o, simplemente, arrojados al Pudridero.
López no correría mejor suerte que sus hombres, pues delatado por un traidor, fue hecho prisionero por los españoles poco después y ejecutado en garrote vil en la explanada de La Punta.
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