Era La Habana de otros tiempos, pero en ella el ingeniero Industrial Mecánico Faustino Díez Gaviño encontró el hábitat ideal para desarrollar su carrera en el mundo de las letras y la bohemia. En aquel entonces las sociedades de naturales de España comenzaban a posicionarse con fuerza como centros de primordial importancia para los emigrados de la península que buscaban mejorar su suerte en la «región más rica de España», y en una de ellas, la Asociación Vasco-Navarra de Beneficencia (AVNB), encontró su sitio, llegando a ser uno de los miembros más reconocibles hasta su fallecimiento.
En el año 1880 los estruendos de la guerra Chiquita apenas resonaban en la prensa y la actualidad cubana; se produciría entonces un período de aparente calma política (Tregua Fecunda en palabras del Apóstol) que serviría para desarrollar las riquezas del país.
En La Habana «de las oportunidades» el joven Faustino Díez Gaviño, nacido en Portugalete el 9 de enero de 1852, se hizo una figura reconocida y de influencia, gracias al apoyo recibido en un primer momento de su tío abuelo materno Manuel Calvo Aguirre, un hacendado con varios ingenios y Delegado en Cuba de la poderosísima Compañía Transatlántica española. Calvo Aguirre representaba los valores más coloniales y conservadores del ala española en Cuba y como tal estaba bien conectado en la prensa integrista, en la cual comenzaría a rodar Faustino.
En su infancia había trabado amistad con el conocido literato y filósofo Menéndez Pelayo, de gran influencia en el mundo hispánico, razón que le permitió acceder a los círculos más selectos de la sociedad habanera. Colaborador de El Fígaro y redactor jefe de El Progreso Comercial, su cénit llegó con la fundación en 1886 del periódico vasco Laurac Bat, antes de este periódico colaboró con otros medios integristas como Don Circunstancias de Villergas, La Patria, La Voz de Cuba de Gonzalo de Castañón, El demócrata y La Iberia.
Faustino Díez Gaviño y Laurac-Bat
El semanario dominical de la sociedad vasca salió bajo el nombre de Laurac Bat, y buscaba englobar «a los vasco-navarros y a sus sociedades benéficas«, no siendo un medio de prensa únicamente de la AVNB, aunque fuese esta la más numerosa y conocida.
Su primera tirada se produjo en el mes de junio de 1886 y tuvo una sede semi-itinerante pues desde la ubicación originaria del primer número en la calle Inquisidor 29, hasta el último número (sede en la calle Amargura 32 bajos) que salió con su fundador y director al mando, en el año 1895; pasó por siete sedes. Al fallecer Faustino Díez Gaviño se vuelve a trasladar, sería esta la última sede del periódico, situada en la calle Mercaderes 15, altos.
El periódico no consiguió alcanzar a un público más allá de los vasco-navarros, acaso porque al igual que su director tenía un carácter político intransigente, que buscaba la devolución de los fueros a «las provincias vascongadas«. Desde el propio título «Laurac Bat» (se refiere a las cuatro provincias del país vasco; Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, unidas, la traducción literal es «unión de las cuatro» o «las cuatro en una«, de ahí las manos que se unen en el sello de la AVNB de La Habana)
Resulta cuanto menos curioso que alguien que se declaraba firme defensor del derecho de los pueblos al autogobierno, refiriéndose a la situación vasca, no incluyese en sus reivindicaciones las libertadas políticas y sociales de los cubanos, donde vivía el ilustrado director y literato Faustino Díez Gaviño.
Fue acusado por no pocos políticos y personajes públicos de «carlista» por su pasado al frente de un periódico de Bilbao de nombre, sorpresa, «Laurac Bat» que apenas dirigió durante un mes, antes de que este desapareciese y Faustino se embarcara hacia Cuba. A estos críticos respondía:
El Laurac Bat ve todo eso, y aquí, lejos de su amada patria, llora y gime las desventuras de aquel idolatrado pedazo de tierra, de aquellas montañas queridas, cuna de ilustres y nobilísimos caballeros, pero el Laurac Bat no es carlista; el Laurac Bat no es liberal; el Laurac Bat es FUERISTA, FUERISTA y FUERISTA.
«No es eso», Laurac Bat; Año III, Nº 28. Habana, 8 de julio de 1888, pág. 1.
Sobre el tema cubano siempre se mostró integrista, incluso apoyando tímidamente la autonomía como medida de unidad nacional. Resumiendo que «la integridad solo peligraría en la manigua, y para evitarlo, tenemos afortunadamente soldados y voluntarios, y deberíamos tener autoridades que aplicasen las leyes con saludable rigor a los hojalateros cubanos«.
Sin embargo, su carisma y dotes de literato le hicieron querer en La Habana, no solo por parte de los integristas y conservadores, sino entre el público culto y general por ello no extraña que al fallecer el 10 de febrero de 1895, en La Habana, el señor Faustino Díez Gaviño, casi todos los medios de comunicación se hiciesen eco del suceso. A esta ciudad había dedicado el siguiente soneto:
Adiós a Cuba Dicen que ingrata con mi patria has sido, Y, si tal sucedió, ya se ha olvidado; Yo no te vi caer en el pecado; Te vi en la paz y te adoré rendido. Yo llegué pobre y pobre me despido; Pero, si la fortuna me ha dejado, No tu, que con caricias me has curado Tristes ausencias del hogar querido. Hoy torno a él cuando de ti me alejo, Y llevo el alma emocionada y triste Aunque volver a mi mansión, me halague. Hoy, al partir, mi gratitud te dejo: Las dichas y las glorias que me diste Y tu hospitalidad, Dios te las pague.
El periódico que había fundado le dedicó un número especial en su memoria y en marzo de ese año se refundó bajo la dirección de Juan Francisco Dobón, sin embargo tras el número del 8 de marzo de 1896 cesó su existencia. En esta segunda etapa el periódico no dudó en posicionarse a favor del status quo colonial y dar espaldas a los designios de su fundador, quien había decidido en vida que Laurac Bat no debía inmiscuirse en política cubana.
No hay dudas de que Faustino Díez Gaviño encontró en La Habana un sitio donde desarrollar su pensamiento y su lira, sería Álvaro de la Iglesia, futuro miembro de la Academia Cubana de la Historia, el que en su necrológica resumiese la vida del literato vasco en la ciudad.
Las simpatías mutuas entre Gaviño y EL FÍGARO, ¿quién las desconoce? Por estas columnas han pasado las producciones más valiosas del vate euskaro y tras de ellas los elogios. EL FÍGARO, que no ha medido las distancias y a veces los abismos de distancia política que separan a los hombres de mérito para rendirles su tributo de sincera admiración, ha sido un ciego, un verdadero ciego de nacimiento para estrechar la mano del compañero. ¿Es un literato, un poeta?… A las personalidades, (y Gaviño era una personalidad literaria indiscutible) es preciso aceptarlos con todos sus flacos.
El FÍGARO, 3 de marzo de 1895
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