Orlando Hernández es un ciudadano anónimo, uno más de los miles de hijos de Villa Clara emigrados hacia La Habana. Pero el Duque Hernández en cambio es una leyenda, mito viviente del beisbol convaleciente en una pequeña isla de estrellas.

El Duque es la imagen de un pitcher escondido tras su pierna, o el sonido de una ficha de dominó en algún lugar de Cuba, en ese instante mágico en que el beisbol se hace parte del imaginario popular.

El Duque Hernández

Verle lanzar era un espectáculo -tortura en forma de derrota para este fanático naranja al que el Duque Hernández le rompió el sueño de un cuarto año del Villa Clara-, podía sacar 27 outs y solo tirar cuatro rectas, pues con su slider cortante, a velocidad inusual, era suficiente.

Luego estaba la inteligencia y la picardía, el Duque Hernández puede haber sido uno de los lanzadores más inteligentes de Cuba, pero también uno de los más pícaros, tenía mil trucos de los cuales tiraba cuando el slider no le caía bien y su recta floja no pasaba a nadie, entonces lo mismo soplaba un toque de bola hasta sacarlo a foul, que simulaba tener cinco lanzamientos de los cuales escoger.

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Cuando en el año 96 fue expulsado del beisbol Cuba entera lo sintió y se rió por lo bajo cuando en la televisión nacional se dijo que «estaba acabado». No era cierto, el Duque Hernández seguía siendo el mejor pitcher del país y todos lo sabíamos, su promedio de 126 ganados y solo 47 perdidos lo demostraban.

El Duque Hernández no tiene quien le reciba

En la vida suele suceder que las figuras deportivas muchas veces tienen historias de películas, la del Duque Hernández seguro lo fue. A partir de su expulsión definitiva del beisbol cubano el mejor pitcher de Cuba no tenía donde lanzar ¿Cómo supera un artista la adversidad? ¿Qué camino tomar a sus treinta y un años?

Su decisión ya forma parte de la historias increíbles del beisbol mundial, con un grupo de amigos del barrio el Duque se sube a una lancha artesanal, pero como los grandes a veces son sometidos a pruebas difíciles la travesía no sería una panacea. Luego de naufragios, rescates, terceros países y pruebas de scouts dudosos, Orlando El Duque Hernández firma con aquellos increíbles Yankees de fines de centuria. El resto ya es historia, en sus manos luce hoy cuatro anillos de Serie Mundial.

En la gran carpa, lanzando siempre con su camiseta de Industriales debajo, El Duque pitcheó cinco temporadas con los Yankees de New York, de las cuales fue campeón en tres ocasiones -98, 99, 2000-, siendo su mejor año el 99 cuando ganó 17, perdió solo 4 y fue MVP de la ALCS.

Un Duque de 40 años al rescate

En el 2005 los White Sox fichan al Duque, es un pitcher de cuarenta años que tal vez, solo tal vez, estaba acabado… o eso decían sus detractores isleños.

La historia, con sus vaivenes Hollywoodenses, se encargaría de dar un cierre dorado a la película de su vida.

Fue en el tercer juego de la Serie por la División de la Liga Americana, contra los temibles Boston Red Sox y su tanda de sluggers, cuando las bases se llenaron sin out, y todo parecía que terminaría para los medias blancas. El manager Oswaldo Guillén no lo pensó, necesitaba un hombre flemático, inmune a las emociones y al nerviosismo, y que más importante aún, siempre saliera convencido de que iba a ganar. Tenía a ese hombre, lo había fichado para eso, levantó su mano derecha y desde el bullpen salió el 26, realizó los lanzamientos de rigor, y escaló la lomita para enfrentar el terror… pocos minutos después todo había terminado, los Boston fueron dominados de «1, 2 y 3», y los White Sox ese año terminarían ganando la división, la Serie Mundial y rompiendo una maldición que pesaba sobre ellos desde principios del siglo anterior.

Se retiró oficialmente del beisbol de las grandes ligas en el 2007, vistiendo la camiseta de los Mets de New York, tan solo nueve años después fue exaltado al Hall of Fame del Beisbol Latino.

El Duque Hernández