Discreto, sin hacer mucho ruido, tranquilo y disciplinado, Javier Méndez González es uno de los mejores peloteros que ha vestido el azul de los Industriales en Series Nacionales.
Javier Méndez González nació en el pueblo costero de Santa Fe el 22 de abril de 1964. De niño quizo jugar fútbol, pero fue captado para la pelota por un entrenador local que pudo adivinar en él las condiciones que lo convertirían en uno de los más grandes ídolos azules de todos los tiempos.
Curiosamente, comenzó jugando primera base, y cuando los profesores quisieron probarlo en los jardines, el joven Javier se negó en redondo, por lo que, tras la indisciplina, tuvo que llevar a sus padres para que convencieran a los maestros que lo dejaran seguir jugando pelota.
No podía imaginar entonces, ese muchachito de Santa Fe, que estaba rechazando la posición que terminaría por convertirlo en leyenda.
Sin embargo, para mala suerte de Javier, ese talento era visto, al parecer sólo por su entrenador, pues, a pesar de transitar por todas las categorías y formar siempre parte de las novenas de La Habana, jamás fue seleccionado para integrar el equipo Cuba (una maldición que pareció perseguirle a ratos durante toda su carrera).
No sería hasta el Campeonato Mundial Juvenil de Venezuela en 1983 que conseguiría colgarse las cuatro letras en el pecho, y lo hizo de forma tan brillante que fue incluido en el Todos Estrellas del Torneo junto a otro industrialista que andando el tiempo también daria mucho de que hablar, Lázaro Vargas.
Como muchos otros peloteros que luego serían grandes con Industriales, los comienzos de Javier Méndez fueron de rojo, pues debutó en ese mismo año 1983 con los Metropolitanos, novena en la que se mantendría por tres temporadas, jugando con el No. 15 (un número con el que, por supuesto, nadie lo asocia).
Javier Méndez, leyenda azul
A pesar de que sus números fueron siempre buenos y era un cerrojo a la defensa, el consejo de sabios que dirigía la pelota en Cuba seguía pensando que no tenía la suficiente calidad para «hacer el Cuba».
De nada le servía a Javier Méndez, por sólo poner un ejemplo, el desforrar la pelota y terminar una temporada (como la de 1986) como líder de los bateadores con un barbárico 408; su calidad no se consideraba suficiente en esos Cuba casi vitalicios de entonces.
No sería hasta el Campeonato Mundial de Canadá 1990 que el 17 de los Industriales debutaría con el equipo Cuba.
A partir de entonces su presencia en la selección nacional de la mayor de las Antillas se volvería común, no así su regularidad sobre el terreno de juego, pues aunque año tras año rendía en el campeonato doméstico y hasta ganaba títulos de bateo, los directores del Cuba preferían a otros en su posición, escudándose en aspectos defensivos como la velocidad de sus desplazamientos o la falta de potencia de su brazo.
Cierto que Javier no fue el más rápido de los jardineros, ni tuvo nunca el brazo más potente (sobre todo después de sufrir algunas lesiones), pero siempre supo suplir esos problemas con un excelente sentido de la ubicación y una técnica exquisita a la hora de fildear.
Por lo demás, fue un bateador excepcional que combinó tacto con fuerza y se sembró en el tercer turno de los Industriales. Prueba de lo anterior es que promedió 327 de por vida y pegó 613 extrabases (incluidos casi 200 jonrones).
Cuando tomé la decisión del retiro, lo había pensado muy bien. Quería tener un final feliz en mi carrera deportiva. Yo quería haberme retirado en 2002, con las tres metas que me había propuesto, solo que el pelotazo de Maels me lo impidió. Luego, me sorprendió la muerte de mi padre y ya no tenía motivación alguna para seguir…
Entrevista aa Javier Méndez [1]
Javier Méndez fue un pelotero longevo que jugó 22 Series Nacionales. Sin embargo, a diferencia de otros que alcanzaron la veintena de campeonatos de capa caída, el 17 de los Industriales nunca vio mermar su rendimiento y se retiró bateando 327 y pegando 19 jonrones (su mayor número en un canpeonato)… Un verdadero fuera de serie.
Para los aficionado del Latinoamericano era un goce ver a Javier Méndez fildear con una mano y tirar su característico guantazo; que sí, que un vicio técnico, pero que ya forma parte de las leyendas del beisbol en Cuba.
Tras su retiro del deporte activo, Javier Méndez trabajó como metodólogo del beisbol en La Habana y aunque, como asegura en una entrevista [1] nunca le pasó por la cabeza convertirse en manáger de beisbol, terminó por convertirse en el timonel de la nave azul, la novena de sus amores, a la que dirigió por dos tenporadas.
La enfermedad de su hija le apartó del mando de Industriales y cuando quiso regresar las autoridades de la provincia no fueron receptivas por lo que decidió aceptar un contrato de trabajo en Italia, país en el que ha dirigido varios equipos de la liga local.
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