La música popular no nace en las cumbres, sino en el contacto con la gente de bien abajo. Quizás por eso a Calixto Callava, un humilde y rudo estibador del puerto de La Habana se le dio tan bien.
Nació en el barrio de Belén el 14 de octubre de 1930, los tiempos en que estaban de moda los septetos de sones y la conga arrabalera, que crecía como la verdolaga en los solares arrabaleros en que creció.
Para escapar de la pobreza desgarradora que le rodeaba, decidió un día colarse de polizón en la bodega de un barco que se dirigía a México y probar fortuna en lo desconocido. Pero Calixto Callava nunca fue un hombre de mucha fortuna dineralmente hablando y no le fue bien en tierra azteca: pobre, negro y de escasa instrucción, eran cartas de presentación muy pobres para abrirse camino en suelo extranjero.
En México deambuló Calixto Callava, al igual que en su Habana, por las zonas más pobres, buscando trabajo donde lo hubiese y sobreviviendo al difícil día a día del inmigrante.
Por eso regresó a La Habana, sin un peso en el bolsillo, pero con un manojo de canciones debajo del brazo («México que grande eres», «México Distrito Federal», «Mande usted»), que dedicó a las tierra mexicana, a pesar de habérsele demostrado tan tristemente inhóspita.
Calixto Callava y la tumba brava
Consiguió trabajo como estibador en el puerto de La Habana para luchar la comida porque como él mismo declarara una vez en una entrevista «el mambo estaba duro» y día a día debía luchar, decidir y compartir el tiempo «con el plato de comida».
La vida lo hermano con Pedro Izquierdo, «Pello el Afrokán», que había llegado al mundo en Jesús María, el barrio de al lado. Calixto Callava cargaba sacos en el puerto, Pello se buscaba los pesos como tapicero, porque, más allá del exotismo que despertaba en los ocasionales turistas que llegaban a La Habana, la «música de negros» no dejaba dinero ni levantaba patrocinios, sobre todo si la tocaban los negros.
Fue en esos años que compuso «El callejón de los rumberos», un reflejo de la vida de los obreros del puerto, a los que siempre les cantó:
"Cerca del mar está el callejón de mis recuerdos y la propia mar donde trabajo yo. Se está divirtiendo la gente a mí me gusta el ambiente me voy para allá. Desde el patio de la casa, donde vivo yo, siento sonar los tambores, que son primores, porque tienen sabor".
Con otros «arrabaleros» habituales de la zona del puerto: el Chori, Chan y Pancho Quinto formó » Guaguancó Marítimo Portuario Zona 5″ que se puede considerar como el grupo rumbero más antiguo del país (después se convertiría en «Yoruba Andabo»). Con él conseguiría varios premios y echarse, finalmente, algunos pesos en el bolsillo.
Años después, Pello el Afrokán triunfaría con el mozambique y llamaría a su lado a Calixto Callava, para que le acompañara con su tumba en el Olympia de París; porque a los buenos amigos nunca se les olvida en las buenas, si la amistad se forjó en las malísimas.
Lo añoro
Si bien Calixto Callava fue un «rumbero integral», su innata sensibilidad musical le permitía desdoblarse hacia otros género.
De hecho, su obra más conocida es el bolero «Bella Cubana» – que compuso casi en el aire al quedarse pasmado al ver, mientras conversaba con un amigo, a un bellezón que cruzaba la calle Infanta – y que inmortalizaría Vicentico Valdés bajo el nombre de «Lo añoro».
Yo tendré una como tú, lo añoro Y al tenerla no me asustaré, lo juro. Acostumbrado yo a tener siempre paciencia, Para aguardar el gran momento que se da. Yo tendré una como tú, tan linda Y que al hablarle yo de amor se entregue a mi Y que sienta lo mismo que yo, si es que tiene sentimientos, Para darle mi corazón. Yo tendré una como tú, tan linda Y que al hablarle yo de amor se entregue a mi Y que sienta lo mismo que yo, si es que tiene sentimientos, Para darle mi corazón.
Calixto Callava falleció en su Habana el 16 de diciembre de 1990 a los 60 años de edad; y ese día tocaron bien alto los tambores de la ciudad.
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