Dicen que los zurdos no dan buenos guitarristas, pero Santiaguito Feliú, como Jimi Hendrix o Paul McCartney, fue un «zurdo maravilloso» que tocaba sin alterar el orden de las cuerdas.
Nacido en La Habana, el 29 de marzo de 1962, Santiaguito Feliú Sierra enlazó la Nueva Trova con la Novísima Trova a la que llegó de «forma natural», de la mano de su hermano Vicente y sus amigos. Justo entonces nació la leyenda, dicen que Pablo, al escucharlo en su audición, le llamó «el mejor de todos nosotros»
Santiaguito Feliú: el Zurdo Maravilloso
A los 18 años «El Eléctrico», como apodaban a Santiaguito Feliú, decidió casarse. De esa escaramuza de apenas ocho meses quedaría una de las canciones más legendarias de la Nueva Trova: «Para Bárbara».
Canción: Para Bárbara (letra) Autor: Santiago Feliú Sierra Siento que tus destellos ahogan mi brisa, mi brisa que presiento inagotable, azul, infinita; límpida brisa de lirismo inevitable, soplo de sueños que en mi verso se derrama. Si de mi voz florece la canción motivo de tu dar; si de tus ojos nace la bondad de abrirme en el verso un palpitar: no me dejes ir. Siento que tus destellos ahogan mi brisa, mi brisa que presiento inagotable, azul, infinita;límpida brisa de lirismo inevitable, soplo de sueños que en mi verso se derrama. Si de mi voz florece la canción motivo de tu dar; si de tus ojos nace la bondad de abrirme en el verso un palpitar: no me dejes ir.
Santiaguito Feliú elevó la trova a una nueva dimensión. Tan cantante como músico, con el Zurdo Maravilloso la guitarra pasó de ser un mero acompañamiento del cantautor a convertirse en parte misma de la canción, o en extensión lógica de su cuerpo, podía llevarla al mismo tiempo que soplaba una armónica fija.
Falleció en La Habana el 12 de febrero de 2014 de una forma intempestiva, tal como había vivido.
Al conocer sobre la repentina muerte de Santiaguito Feliú, Fito Páez, que había sido su eterno compinche de juventud en las bohemias noches habaneras, escribió:
«Santi era de esos que asustaba a los progresistas correctos, defensores de la diferencias. Miserables, decíamos. Sé que a Santi le hubiese gustado mucho este último párrafo.
Puedo decir que conocí a un hombre noble y sin ninguna duda, de haber ido a la guerra, lo hubiera querido tener a mi lado, porque sé que hubiera cuidado mis espaldas y yo las de el.
Santi, te vamos a extrañar, porque fuiste uno de los mejores. Fuiste uno de mis grandes e incondicionales amigos… «
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