La Quinta Torriente fue la casa de veraneo de la familia Torriente en el pueblo Marianao. Se encontraba situada en Samá esquina Sandoval (hoy 57 y 134) en el barrio de Los Pocitos.

Construida a mediados del siglo XIX, la Quinta Torriente, a diferencia de la mayoría de sus ilustres vecinas, en las que prima el neoclásico, tenía un típico aspecto de casona rural colonial:

Mucho mejor adaptada a las características del clima cubano, tenía cubierta de tejas criollas y un amplio portal sostenido por columnas de maderas preciosas.

Las paredes eran de mampuesto, los pisos de mármol y exhibía un altísimo puntal que coadyuava a que la casa se mantuviera todo el tiempo fresca y ventilada, incluso en el más caliente de los veranos tropicales.

Alrededor de la Quinta Torriente crecían exuberantes los árboles frutales, a la vez que las plantas ornamentales eran generosamente cuidadas en los bellos jardines. Estos jardines y frutales se extendían por todo el frente de la casona a lo largo de la calle Samá hasta los lindes de la calle Santo Domingo, por el sur cerraban con la calle Navarrete y por el oeste con la calle Sandoval.

Entre jardines y árboles frutales se deslizaba sinuosa una vía adoquinadas que terminaba frente al portón de entrada de la Quinta Torriente. En esos años todavía no se había abierto la calle 132 hacia la Calzada Real de Marianao, pues el terreno que luego ocuparía esa vía estaba cubierto por los jardines que rodeaban la casona.

De la Quinta Torriente a la Unidad Sanitaria de Marianao

En abril de 1937 la antigua Quinta Torriente se convirtió en la sede de la llamada Unidad Sanitaria de Marianao, una institución que bajo la supervisión de la Secretaría de Salubridad y Beneficencia y con el apoyo económico de la Fundición Rockefeller se dedicaría a la investigación y la contención de la malaria en Cuba.

Todavía en esos años la Quinta Torriente se conservaba en todo su esplendor y constituyó una excelente sede para la Unidad Sanitaria. Allí funcionaron oficinas, laboratorios, cuartos de reconocimientos y un salón de conferencias; todo rodeado de bellos jardines, huertos, y un patio con campo de juego.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 cesó la financiación de la Unidad Sanitaria por la Fundación Rockefeller y poco a poco se fue deteriorando la ya centenaria Quinta Torriente.

Hoy, apenas se conservan unas pocas ruinas de la elegante casona: unas derruidas paredes y restos oxidados de la verja lanceolada del perímetro exterior.