Hija de un general de la Guerra de Independencia, María Teresa Freyre de Andrade pasó toda su vida soñando con libros. No con leerlos, sino en cómo buscar la forma de acercar su lectura a sus contemporáneos.
María Teresa nació el 27 de enero de 1896 en San Agustín, Florida, Estados Unidos, ciudad en donde su padre, el Dr. Fernando Freyre de Andrade Velázquez, la dejaría casi recién nacida para ir a ganar en los campos de Cuba libre las estrellas de general.
Finalizada la noble contienda, regresó con su familia a Cuba y se estableció en la capital. La holgada posición económica y la influencia política de su padre, que llegó a ser alcalde de La Habana le permitieron llevar una vida sin estrecheces y recibir una esmerada educación en las mejores escuelas de Cuba y Francia.
Precisamente, en ese país europeo se titularía como profesora de francés y bibliotecaria en la Universidad de la Sorbona, mientras vivía su segundo exilio a consecuencias de la persecución política a la que fue sometida su familia por el régimen de Gerardo Machado y que se saldaría trágicamente el 27 de diciembre de 1932 con el asesinato de sus tres tíos Gonzalo, Leopoldo y Guillermo Freyre de Andrade.
Los años que pasó en Francia la convirtieron en una mujer muy culta y de ideas progresistas que, tras su regreso a Cuba a finales de la década del 30, chocaron con los prejuicios existentes en una sociedad en el que a las damas (más a las que como ella pertenecían a las clases privilegiadas) se les condenaba a la frivolidad.
Sin dejarse amansar por esas circunstancias, María Teresa Freyre de Andrade matriculó en la Universidad de La Habana y en 1942 se tituló en Derecho Diplomático, Consular y Administrativo.
Desde su regreso del exilio María Teresa Freyre de Andrade había trabajado – más por afición que por necesidad – como directora de la biblioteca del Lyceum Lawn Tennis Club, lo que le permitió poner en práctica y desarrollar todo lo que había aprendido durante sus estudios en Europa.
Allí, y por primera vez en Cuba, María Teresa Freyre de Andrade introdujo la estantería abierta y el servicio de circulante para el público externo, lo que permitió extender el placer de la lectura a muchos de los que, debido a sus responsabilidades, no contaban con el tiempo necesario para hacer largas estadías en la biblioteca. Bajo el patronato del Lyceum Lawn Tennis Club, participó, además, en la creación de la «Asociación Bibliotecaria de Cuba» que abrió en 1940 el primer curso de «servicios de biblioteca» para la formación de bibliotecólogos.
Durante los años en que María Teresa Freyre de Andrade se mantuvo en la mesa directiva de la «Asociación Bibliotecaria de Cuba», primero como vicepresidenta y luego como presidenta, impulsó la creación de las bibliotecas infantiles, los bibliobús (para llevar la lectura allí donde no existían bibliotecas), las bibliotecas populares en los barrios de menos recursos, y la biblioteca de la Escuela Normal de maestros de La Habana.
En 1948 fue postulada como senadora por el Partido Ortodoxo y, tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se opuso con todas sus fuerzas a Fulgencio Batista, por lo que, tras el asalto al Palacio Presidencial, fue enviada a la Cárcel de Mujeres de Guanabacoa, de donde partiría a su tercer y último exilio.
María Teresa Freyre de Andrade, el alma en la biblioteca
Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 regresó a Cuba y el nuevo gobierno del país la nombró al frente de la Dirección Nacional de Bibliotecas (DGB).
El tiempo demostró que la decisión de nombrar a María Teresa Freyre de Andrade había sido correcta y que no existía otra persona en el país con mayor preparación y entusiasmo para la tarea. A pesar de su edad, María Teresa Freyre de Andrade, que ya sobrepasaba los 60 años desplegó toda su energía, conocimientos y capacidad organizadora para impulsar la red de bibliotecas en el país.
A ella se debió la creación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas a las que se integraron las bibliotecas existentes en el país y las nuevas que se crearon con los nuevos fondos que el Estado puso en sus manos.
Cumplía así María Teresa Freyre de Andrade su sueño de juventud de ver surgir en cada municipio, caserío e incluso batey de Cuba, una biblioteca; y, a pesar de que su salud se resentía con el esfuerzo, todos los años visitaba en dos o tres ocasiones todas las provincias del país para verificar de primera mano la marcha de ese proyecto y los frutos de la Escuela de Capacitación de Técnicos de Bibliotecas, que también creó, anexa a la Biblioteca Nacional de Cuba, con el objetivo de formar el personal en los más modernos métodos de la Bibliotecología.
Al igual que Dulce María Loynaz, pero menos reconocida que la autora de «Jardín», María Teresa Freyre de Andrade fue una de las hijas de general que prefirió quedarse en Cuba después de 1959, aún cuando todos sus amigos de la infancia y de clase la abandonaban.
Falleció en La Habana el 20 de agosto de 1975 tras una vida dedicada a la difusión de la cultura en Cuba y sus restos descansan en la Necrópolis de Colón.
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