El antiguo hotel y restaurante La Reguladora se encontraba ubicado en la calle Amistad entre Dragones y Barcelona y su historia se encuentra íntimamente relacionada con la industria tabacalera.

Corría el año 1879 cuando los tabaqueros del cuadrante que formaban las calles Dragones, Industria, Barcelona y Amistad, donde existían varias fábricas y almacenes de la aromática hoja, decidieron constituir una sociedad; no con fines de ocio o asistencia, como era común, sino para saciar otra necesidad: la comida diaria.

La mayoría de los tabaqueros que trabajaban en esas fábricas eran asturianos y solían almorzar en una fonda que existía en Zanja y Dragones llamada «La Fonda del Asturiano» y en otras que existían en los alrededores.

Sin embargo, la relación entre calidad, cantidad y precio no satisfacía a los tabaqueros por lo que decidieron formar una sociedad que operara este mismo género de negocios, con el propósito de contar con un establecimiento en el que dispusieran de una buena comida, abundante, bien condimentada y a un precio razonable.

Restaurante La Reguladora

Surgiría así, «La Reguladora» una sociedad a la que se le dio ese nombre pues su propósito principal era ofrecer comidas a los socios con precios «regulados» y no especulativos.

Con el aporte inicial de 5.00 pesos por socio se adquirió un local en Amistad, entre Dragones y Barcelona en el que se instaló una gran fonda, para disgusto de los comerciantes de los alrededores que, hasta ese momento, habían lucrado con los tabaqueros.



Con los precios protegidos y una clientela segura, interesada en el éxito, la empresa triunfó rotundamente y, en apenas cuatro años, contó con el capital suficiente para construir, en la misma calle, frente al primer local, un amplio y adecuado edificio de dos plantas para La Reguladora que, bajo la gerencia del señor Santos García unió al servicio de restaurante las facilidades de un hotel y fue abierto a los socios en el año 1883.

El alto espíritu de autoprotección animó a los fundadores de La Reguladora se mantuvo por siete décadas. Para ello se estableció un reglamento que obligaba a la gerencia a prodigar todo tipo de ventajas de alimentación y alojamiento a los miembros de la sociedad.



El Hotel – Restaurante La Reguladora fue una curiosa instalación en el conjunto de los hoteles habaneros de la República, pues funcionó más como una sociedad de ayuda mutua que una empresa capitalista.

Los accionistas de La Reguladora, fieles al concepto fundacional del establecimiento, estuvieron siempre más interesados en que las comidas fuesen baratas y de primera calidad y que las habitaciones del hotel fuesen confortables, que en obtener un amplio margen de utilidad.

La Reguladora se consideró siempre un establecimiento público, pero en el reglamento de la sociedad se establecía bien claro que, para poder disfrutar de sus beneficios (lo mismo el restaurante que el hospedaje) era indispensable ser accionista del local o estar representado por una persona que lo fuera. También establecía que el gerente debía ser socio y que este se reserva a el derecho de admisión de la clientela.