Para el que esto escribe, Juan Castro se encuentra entre los tres mejores receptores de todos los tiempos en Cuba. No entraré en la discusión de si fue el uno, el dos o el tres, porque algunos opinan que otros eran más elegantes detrás del plato y otras tantos que el máscara pinareño no bateaba lo suficiente. Esto último nunca lo he entendido, porque Juanito jugó en una época en la que a ningún cátcher (a diferencia del béisbol moderno) se le exigía batear… pero bueno.

Juan Castro tuvo un largo periplo por las Series Nacionales de Béisbol, toda una épica odisea, porque le tocó defender los colores de su provincia Pinar del Río en el tiempo de los albergues, las literas, el agua fría, los dobles juegos y los estadios sin colchones.

En total se mantuvo activo durante 16 campañas, desde que debutó con el primer equipo de su provincia en 1970, y ganó cuatro coronas con los Vegueros de Pinar del Río, novena en la que tuvo la suerte de recibirle a sus lanzadores que eran entonces, y por mucho, de los mejores de Cuba.

Interrogado en una ocasión sobre hasta que punto él como receptor hizo mejor a los pítchers de Pinar del Río, Juan Castro respondió con toda humildad que ellos lo habían hecho mejor cátcher a él, porque no era fácil recibirle a algunos como Rogelio García que tenían dinamita en el brazo, lo que le obligaba día a día a superarse detrás del plato.

Juan Castro durante el Mundial de Parma 1988
Juan Castro durante el Mundial de Parma 1988

Juan Castro y la historia de una tangana en el Latino

Siempre fue Juan Castro un pelotero disciplinado. No era de irse de rumba antes de un juego y cuidaba del descanso necesario antes de cada partido.

Pocas veces se le vio perder el control y apenas tuvo un par de peleas en el terreno en toda su larga y exitosa carrera deportiva. Una de ellas, la que protagonizó en el Estadio Latinoamericano con el tercera base de Industriales Lázaro Vargas ha quedado grabada en el imaginario popular de los aficionados azules y verdes y alcanzado ribetes de leyenda.

Tanto así, que al día de hoy todavía se discute si la culpa del duro encontronazo fue culpa de Juan Castro o de Lázaro Vargas, si hubo agresión de una u otra parte o si se todo se trató de un enorme malentendido.

Sucedió así:

Era el año 1986 y se enfrentaban en el play off final Industriales y Pinar del Río. Bateaban Pedro Medina en 3 y 1 con Juan Padilla en segunda y Lázaro Vargas en primera base. Desde el montículo dominaba el Ciclón de Ovas Rogelio García, uno de los mejores derechos que ha dado Cuba.

Medina le enganchó un lanzamiento y conectó un batazo enorme entre left y center que dio contra la cerca de Latino e impulso a Padilla y Vargas con el empate y la ventaja azul. Al llegar a home este último se deslizó con la pierna en alto hacia Juan Castro que lo evitó con elegancia pero lo pisó en la pierna con los spikes… Y ahí mismo se armó la de San Quintín.

Los jugadores de ambos equipos se abalanzaron unos sobre otros mientras los árbitros trataban de calmar los ánimos sin éxito.

Para los industrialistas – y hasta el día de hoy afirman que fue así – Juan Castro pisó deliberadamente a Lázaro Vargas, mientras que los pinareños no se callan en decir que fue Vargas con su pierna a una altura descomunal el que buscó la anatomía del máscara verde con toda la intención de hacer daño. Fundamentan su opinión en que la jugada inmediata anterior, durante un fly de sacrificio de Javier Méndez, Tony González había hecho pisicorre desde tercera y se había deslizado también con la pierna en alto, por lo que Juan Castro sólo habría reaccionado en «defensa propia» y casi por instinto ante los corridos peligrosos de sus contrarios.