Estela Rodríguez impresionaba, cuando con el rostro ceñudo y el andar marcial llegaba a los tatami. Con una estatura cercana a los 2 metros Estela era la judoca ideal. No en balde fue la primera campeona mundial del judo femenino cubano, la vanguardia de aquella Generación Dorada.
Estela Rodríguez Villanueva no debió haber sido judoca, pues con esa enorme estatura y casi 80 kilos de peso era la pívot perfecta. Hizo todo el tránsito deportivo como baloncetista hasta la ESPA de su natal Santiago, y ya con diecisiete años -pues había nacido en Palma Soriano, un 12 de noviembre de 1967- decide abandonar los encestes y abrazar una disciplina que tal vez nada tenía que ver con su carácter afable y bondadoso. Cinco años más tarde de ese día afortunado, Estela Rodríguez pasaba a la historia como nuestra primera campeona mundial de Judo.
Estela Rodríguez la reina de los pesos pesados
Estela fue la iniciadora de una ininterrumpida tradición en el judo cubano: «las superpesadas siempre obtienen medallas«.
Pero cuando llegó al equipo nacional, aquello no era más que un sueño que el joven entrenador Ronaldo Veitia trataba de volver realidad. De su mano y de la de Justo Noda comenzó todo, la primera presentación de Estela Rodríguez fue en 1987, cuando se convirtió en la primera mujer cubana en asistir a un Campeonato Mundial de Judo. En esa cita, de la República Democrática de Alemania, terminó séptima. Lo interesante, tenía varias semanas de embarazo.
Volvió dos años después, siendo ya madre, y obtuvo el oro en Yugoslavia, coronándose en la división libre.
Hace algunos años entrevisté a Marisela Bonelli, la primera mujer cinturón negro de judo en Matanzas, quien fuera parte de aquellas iniciadores del judo femenino en Cuba y nunca he olvidado que al preguntarle por Estela quedé boquiabierto con la respuesta. Marisela me contaba que Estela Rodríguez, la mujer que impresionaba de solo verla, la leyenda dorada, aquella que cuando te ponía el kumi detrás del cuello sentías que de repente el peso de un edificio te venía encima, esa Estela era «un pedazo de pan«, «la mujer más noble que he visto«, jamás perdía la paciencia, me decía, «bueno, excepto aquel día que le escondimos unos zapatos rojos enormes que adoraba«.
Luego, leyendo los libros publicados por Veitia, pude constatar la veracidad de las palabras de la Bonelli.
El palmares de Estela Rodríguez es bien conocido, y aunque nunca pudo ser campeona olímpica no lo necesitó para ser leyenda.
Luego de retirada pasó la mayor parte del tiempo como entrenadora de base, en el combinado deportivo de Alamar, y eso tampoco yo lo podía creer cuando lo supe en una competencia de Judo infantil a la que llevaba a mi hija.
O sea, me decía a mi mismo, ¡¿que sí nos mudamos para Alamar, a mi niña -que egocéntricamente aspiraba a ser mejor que la mismísima Legna Verdecia-, le dará clases Estela Rodríguez?! Sólo por eso pensaba que valía la pena el cambio.
Murió joven Estela, apenas 54 años, una guardia de artistas marciales custodiará, seguramente, su tránsito a la eternidad.
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