Armando Capiro no podía imaginar, cuando era un niño huérfano -en su natal Santiago de las Vegas-, que limpiaba botas para ayudar a su padre, que un día sería una leyenda del beisbol.
El Pichy, -como le llamaban al pequeño nacido un 22 de marzo de 1948- fanático habanista y seguidor del equipo amateur de su pueblo, cuando pensó que podía ser pelotero quiso ser lanzador. Siempre pitcheaba en los pitenes, diariamente cuando se iban a jugar él tomaba la bola, hasta que poco a poco fue deseando ser un gran pitcher. Pero no podía ni imaginar entonces que, andando el tiempo, se convertiría en el primer cubano en pegar veinte jonrones en una temporada, él, que lo que deseaba era lanzar.
Los tortuosos caminos a la grandeza
Armando Capiró era un talento de la lomita, según dicen debía lanzar a más de 90 millas, siendo juvenil propinó un juego de «no hit no run», y el brazo no le dolía nunca. La carrera como pitcher era segura, algún día sería abridor en el equipo Cuba.
Más ¿cómo terminó siendo jardinero?
No, no hubo lesión, ese no fue su caso. Armando Capiró renunció voluntariamente a la lomita, a las 90 millas, y a un posible futuro como abridor; para cuando llega a su primera Serie Nacional, en 1966, ya era bateador. O al menos casi siempre, pues en esa temporada, vistiendo la camiseta de Occidentales el número 9 abandonó el jardín izquierdo y entró de relevo en un juego contra Las Villas, en tres innings dio seis ponches y se llevó la victoria.
La razón de su cambio tiene nombre, apodo y apellido: Pedro «Natilla» Jiménez. El famoso entrenador se le acercó un día y le dijo que no lo pensara, que se quedará como bateador y jardinero, que ese era su futuro, no la lomita, y que como bateador además duraría más. Proverbial, sin ese consejo la capital se habría perdido a uno de sus más recios toleteros.
El debut premonitorio de Armando Capiró
La primera vez al bate de un pelotero no representa nada, es un momento que la mayoría olvida con el tiempo, pero no Capiró. Tenía dieciocho años, jugaban Occidentales vs Henequeneros, en la lomita yumurina estaba el zurdo Manuel Rojas. El novato entró al cajón de bateo, giró las muñecas y pegó un cuadrangular, debutaba por la puerta grande uno de los más importantes jonroneros del beisbol posterior al 59.
En catorce series pegó 162 home runs, a más de diez por temporada, un cifra increíble para una época de pelotas Batos que no botaban y lanzadores excelentes. Ofensivamente era muy completo, pues su carácter de recio toletero no le empidió ser un bateador de tacto, que promedió un excelente 298, y pegó 1177 hits.
Además Armando Capiró era bastante rápido, lo cual es curioso teniendo en cuenta que medía 1.89 cm y pesaba 87 kg. Su aceptable velocidad lo refleja el hecho de haber pegado 47 triples, conexión que como sabemos depende mucho de la velocidad.
El cubano, tan amante de las comparaciones, ha discutido hasta el cansancio si ha sido Armando Capiró el mejor jardinero cubano del 60 a los 80, en una época donde entran otras estrellas como Fernando Sánchez o Lourdes Gourriel.
No nos interesa determinar el asunto, solo apuntar que todos eran excelentes bateadores, pero Armando Capiró era muy fuerte defensivamente, tal vez su brazo esté entre los mejores que ha tenido Cuba -¿de verdad venció a Roberto Clemente en una competencia de tiro?-, y gracias a su velocidad cubría mucho terreno, pese a ello en 2391 lances solo cometió 79 errores. Ahí se lo dejamos.
El triste adiós de un jugador de cinco herramientas
Solo Armando Capiró conoce el verdadero motivo por el que, con solo 32 años, fue apartado del beisbol, en plenitud de condiciones.
El pretexto fue el agravamiento de una vieja lesión ocurrida en 1969, cuando la pelota se jugaba fuerte de verdad. En un terreno de rodeo se efectuó un partido destinado a ser presenciado por los obreros que trabajaban en la zafra, Armando desembarca en primera, el coach le advierte que no salga al robo que el terreno está malo y se puede lesionar. Pero la sangre caliente de sus veintiún años hace caso omiso, Capiró corre hacia segunda, va a deslizarse, se lanza… y se queda clavado en el piso, fractura de tobillo y peroné.
Para 1980 ya sus rodillas están muy sentidas, y es dejado de lado en la convocatoria. Parece simple pero no lo es, Armando Capiró, el primer cubano en disparar 22 cuadrangulares en una temporada cubana, el primero en arribar a los 100 jonrones, el que tal vez haya sido el primer jugador de cinco herramientas del país ¿Era apartado por algo tan manejable y pueril? Otros criterios hablan de problemas en el último viaje de la selección, de una reunión donde Capiró no se queda callado, de exabruptos e incluso campañas difamatorias.
Quiso volver durante años, como siempre había hecho jugaba la Provincial, pero nunca más le llamaron, pese a ello Armando Capiró es uno de los cien deportistas del siglo XX en Cuba.
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