Antonio Pacheco, El Tigre, El Capitán de capitanes, es un hombre récord. Uno de los más grandes peloteros que ha dado Oriente y Cuba, una leyenda absoluta del pasatiempo nacional, tan vigente que ni el ostracismo oficial ha conseguido opacar su legado.
Nació en Palma Soriano, tierra de peloteros, el 4 de junio de 1964. Solo nueve años después vestía por primera vez las letras del equipo Cuba de beisbol. Aún no lo sabía, pero al incluirse en lo adelante en todos los equipos nacionales de cada categoría se convertiría en el único pelotero del mundo en conseguirlo.
Antonio Pacheco poder, seguridad y entrega
El Tigre Pacheco fue un puntal en aquella increíble Aplanadora Santiaguera de los 90, el eterno segundo bate del Cuba, el hombre que lo hacía todo bien.
Aún hoy se discute si tenía mejores manos que Juan Padilla, o si la titularidad la tenía por ser un gran bateador. Lo cierto es que los números de ambos son muy parecidos, y como estadísticas frías brindan una paridad. Yo los vi jugar a ambos y aunque estoy seguro -los números además lo respaldan- que Padilla le llegaba a mas bolas también creo que la esencia de una buena parte del debate estriba en la espectacularidad del binomio Germán Mesa – Juan Padilla.
La propia Aspiradora Azul ha declarado al sitio Swing Completo:
Yo siempre he dicho que para mí Pacheco está entre los cinco jugadores de nuestro béisbol con todo el respeto que se merecen muchísimos jugadores que han tenido una gran calidad, activos y retirados. Para no decir incluso más exclusivo y decirte tres, te lo pongo entre los cinco.
Antonio Pacheco era más flemático, pero era un tremendo defensor del segundo cojín. Al cual accedió por primera vez con el equipo grande en la Copa Intercontinental del 83, sustituyendo en algunos partidos a un lesionado Alfonso Urquiola.
Lo que si no tiene dudas es que El gran capitán está entre los tres segundas bases más bateadores del béisbol cubano. Su récord, de 2356 imparables – recientemente superado por Danel Castro, quien necesitó seis campañas más-, acompañados de 284 home runs así lo atestiguan. En este punto más de un oriental seguro abrirá las manos y protestará aduciendo que fue el mejor, más la inestabilidad de estructuras y calidades de los implementos deportivos, que ha habido en nuestras nacionales hace que no sean posibles términos absolutos.
Antonio Pacheco tuvo una carrera envidiable, ganó todos los títulos del béisbol, jugó 22 series y para colmo definió un campeonato a lo Hollywood. Saliendo frío del banco, lesionado, en el final de la octava entrada del sexto juego, frente al estelarísimo rascacielos Pedro Luis Lazo… Solo los jugadores superiores son capaces de largar un kilométrico cuadrangular volviendo de la fiebre y el insomnio, tan espectacular fue el desenlace que aún se habla por ahí de ese momento como uno de los tres más icónicos de las Series Nacionales.
Como otros estelares de su época, Pacheco fue perjudicado por aquellos absurdos debates y orientaciones, que alejaron a la más grande generación de peloteros que este país ha visto de los diamantes de beisbol. El último título lo levantaron en 2001, luego nada fue igual.
Pero Antonio Pacheco regresó tres años después, como director de Las Avispas, y lo haría por la puerta grande, llevando a los santiagueros a ser campeones nacionales. Ahora mismo no tengo el dato a mano, pero seguro es uno de los pocos grandes que en su primer año como managers resultaron campeones. En total ganó tres veces y al ser removido de la dirección se acabaron las clasificaciones para los indómitos, nunca más han llegado a play off.
Hombre de pocas controversias como jugador lo fue sin embargo luego de 2014, cuando decide radicarse fuera del país. Agravado al parecer por formar parte del cuerpo de dirección de los míticos Yankees de New York
No se le perdonó, tal vez por ser El capitán de capitanes, le negaron la entrada al Salón de la Fama en las dos oportunidades en que se propuso, e incluso su número no fue presentado entre los grandes de su tierra en un Juego de las Estrellas, ni aparece entre los números de peloteros estelares que fueron homenajeados añadiendo su número en el dugout del local en el Guillermón Moncada.
Sin embargo ahí está su historia, y con Salón de la Fama o sin él, Antonio Pacheco Massó es uno de los grandes de Cuba.
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