Albert Anastasia fue uno de los principales nombres entre los gánsters americanos que invirtió una parte de sus riquezas en Cuba. Aunque es una figura deleznable en la memoria histórica de nuestro país merece que realicemos una acercamiento a su figura y su leyenda.

La mafia italoamericana estuvo muy interesada en Cuba desde comienzos de los años 20 cuando, a raíz de la promulgación de la ley Seca en los Estados Unidos de Norteamérica, el alcohol alcanzó precios desorbitados atrayendo a múltiples buscavidas que vieron en este nicho un mercado enorme para obtener ganancias inmediatas.

En aquel entonces se miró enseguida a la Isla que además de ser una de las mayores productoras de Ron del mundo tenía la cercanía geográfica idónea para iniciar un mercado de contrabando sólido.

La realidad es que aquello no fructificó demasiado pero la Isla, que funcionó como destino de libertinaje y desenfreno para los turistas norteamericanos, quedó señalada como un mercado a explotar. Los tumultuosos años finales de la dictadura de Gerardo Machado y la derogación de la ley Seca generaron un enfriamiento de esas intenciones.

La gran convención

La legendaria escena del Padrino II, en la cual los grandes jefes de la mafia y el Sindicato Judío del Crimen se reparten el negocio del tráfico de estupefacientes, los casinos y las apuestas en Cuba, Bahamas y Las Vegas, muestra la tensión y opulencia del evento ocurrido en el Hotel Nacional de Cuba en La Habana.

Entre los grandes ganadores de aquella conferencia del crimen celebrada el 22 de diciembre de 1946 destaca el nombre de Albert Anastasia junto a los de Lucky Luciano, Meyer Lansky, Frank Costello y Santo Trafficante Jr.

Desde aquel momento una parte de los negocios de Anastasia tomaron por hogar La Habana con el beneplácito de las autoridades locales.

Albert Anastasia, el terror de los muelles del East Side

El más conocido del clan de los Anastasia (eran nueve hermanos) había nacido en una aldea de Calabria, Italia un 26 de septiembre de 1902 bajo el nombre de Umberto Anastasio. Tras asentarse en Nueva York se modificó ligeramente el apellido, para salvar del sonrojo a su familia, una vez empezó en el mundo del hampa.

albert anastasia

Entró en el turbulento mundo de la mafia haciendo trabajos para varios jefes medianos hasta que consiguió labrarse un nombre gracias a la Segunda Guerra Mundial, donde la Mafia italiana con sus contactos ayudó a las tropas Aliadas a derribar a Benito Mussolini.

Gracias a su labor en esta contienda bélica consiguió la ciudadanía americana pues había llegado de manera ilegal al país. En un primer momento los seis hermanos Anastasia encontraron acomodo en los muelles y desde ese sindicato conseguirían las alianzas necesarias para aspirar a posesiones en el Caribe.

Pero los problemas con la justicia de Albert Anastasia habían llegado antes de cumplir los 20 años cuando fue condenado a la pena capital por el asesinato de Frank Turello, otro sindicalista de los muelles neoyorkinos.

Tras cumplir dieciocho meses en la cárcel de Sing Sing consiguió salir gracias a un tecnicismo y a la desaparición de los principales testigos del juicio. Aquella maniobra desbridó al matón que dio rienda suelta a un sinnúmero de fechorías y asesinatos.

El Imperio de La Habana

En 1941, cuando Albert Anastasia fue el objetivo número uno del Fiscal General William O’Dwyer, el capo había haya un refugio seguro en la Mayor de las Antillas, amparado por sus contactos cercanos a algunos políticos corruptos de la isla. Con posterioridad fue uno de los que aconsejó a Lucky Luciano recalar en La Habana en 1946, cuando fue expulsado de Estados Unidos.

Cómo hemos visto sus conexiones con Cuba se remontan en el tiempo pero ha sido imposible reconstruir con exactitud la cantidad de propiedades a su nombre. De todas ellas el Hotel Riviera se convirtió en la obsesión de su corona delictiva.

Todas las posesiones del crimen organizado pasaban por el servicio de limpieza de Meyer Lansky, el primer ministro y cerebro judío de la organización criminal en Cuba. Lansky había conseguido los casi catorce millones de dólares que costó el Riviera y tenía pensado quedarse casi en exclusiva la explotación del mismo.

Sin embargo, Anastasia tenía la intención de reclamar para sí la joya del malecón habanero, no satisfecho con el Casino del Habana Hilton que Lansky le había cedido. Santos Traficante Junior era otro que miraba con buenos ojos la nueva edificación hotelera, sin embargo, no se puede asegurar que Lansky o Traficante Junior estuviesen relacionados con el asesinato de Anastasia, aunque este último estuvo presente en la turbulenta reunión de matones (Apalachin meeting) donde los grandes capos echaron tierra sobre el asunto Anastasia.

Eso sí, Traficante fue uno de los últimos capos de la mafia en ver con vida al antiguo jefe de Murder Inc. al visitarle en Nueva York en octubre de 1957, días antes del homicidio. Aquella visita, a modo de beso de Judas, sellaría la lápida del antiguo matón.

«Nunca he visto tanta gente ciega»

Algo así soltó, iracundo, el jefe de detectives Leggett tras interrogar a Frank Costello, Johnny Dio, Vito Genovese y a los once testigos del asesinato de Albert Anastasia. Por increíble que parezca el suceso ocurrido el 25 de octubre de 1957, en horas de la mañana, no encontró a nadie que hubiese visto ni oído nada trascendente, en ese ambiente de silencio tan asociado a la mafia.

Albert Anastasia

Lo único veraz, según su barbero de apellido Bocchino, es que no eran aún las 11 horas cuando dos encapuchados dieron muerte al autodenominado jefe de la mafia neoyorkina en el sillón de la barbería del hotel «Park Sheraton».

¿Por qué no estaba su guardaespaldas con él? ¿A quién beneficiaba la desaparición del calabrese?

El despliegue policial fue enorme y aunque los nombres que se manejaron en un primer momento no resultaron ser los verdaderos artífices del asesinato, la cantidad de sospechosos que manejaba la policía sirvió para entender los frentes de guerra que tenía abierto Albert Anastasia.

Con los años se ha determinado que su asesinato fue ordenado por Carlo Gambino, quien le sucedió en el cargo clamando venganza en nombre de su antiguo socio. «El sombrerero Loco» o «El Jefe» había escapado de la prisión y de la justicia pero no pudo escapar de la ambición de su mano derecha. Curiosamente sería Carlo Gambino, de carácter más reservado y desconfiado, el inspirador del personaje de Vito Corleone en la novela El Padrino de Mario Puzo.

Por aquello de a Rey muerto, Rey puesto, Gambino consiguió mantenerse en el poder hasta su muerte, ocurrida de forma natural, sin dejar de clamar venganza a los demás capos de la mafia por el asesinato de su antiguo jefe.