Hoy les traigo una tumba que muchos seguramente habrán admirado en sus visitas al Cementerio de Colón, la tumba de Capablanca.
Me refiero a la tumba del Campeón Mundial (único de habla hispana), y multilaureado José Raúl Capablanca, orgullo y gloria de Cuba y considerado uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos a nivel mundial.
José Raúl Capablanca y Graupera fue conocido como el “Mozart del Ajedrez” y también como “La máquina de jugar ajedrez”.
Ya se han hecho varias publicaciones en nuestro grupo sobre este singular genio, por lo que hoy me concentaré en su lugar de reposo.
El 7 de marzo de 1942, Capablanca se encontraba en el Club de Ajedrez de Manhattan en Nueva York.
De muy buen humor, el cubano hacía bromas en relación con las jugadas que se producían en el tablero. De pronto, sorprendiendo a los que le rodeaban, se puso en pie exclamando:
«Ayúdenme a quitar el abrigo…».
(…) desplomándose luego en brazos de los ajedrecistas que se le acercaron.
Trasladado momentos después al Hospital Monte Sinaí, al que llegó en estado comatoso, falleció a las 5:30 de la mañana del día 8.
La causa directa de su muerte fue hemorragia cerebral, consecuencia de la hipertensión arterial que venía padeciendo desde hacia bastante tiempo.
Tumba de Capablanca
Los restos de Capablanca fueron trasladados en barco a Cuba y enterrados con todos los honores en el cementerio Colón. Sin embargo, su tumba permaneció algo anónima por décadas.
No sería hasta 1988, año en que se celebró el centenario de su natalicio, que se añadió la singular pieza de ajedrez con la que se identifica su sepulcro.
Esto ocurrió gracias a la iniciativa del periodista e historiador Jesús González Bayolo quien lanzó una convocatoria en la prensa con la idea de una obra que identificara la tumba y homenajeara al gran jugador.
Según narra el propio Bayolo, fue el gran escultor cubano José Florencio Gelabert el primero en responder a dicha convocatoria, pues conoció en vida a Capablanca y, a raíz de su muerte, fue Gelabert quien hizo la mascarilla funeraria del ajedrecista, por lo que decidió hacer también el homenaje a su tumba décadas después.
Es por eso que desde 1988, la tumba de Capablanca ostenta una bella y sencilla obra, fácil de identificar en la inmensidad del camposanto:
Un rey de ajedrez de mármol corona hasta la actualidad la tumba del genial ajedrecista. Nada pudo ser más coherente: un rey para un rey.
PD: Para esta publicación, consulté Ecured y un artículo de Eyleen Ríos López titulado “Un rey de mármol para Capablanca” [1] del 12 de mayo de 2019.
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