Uno de los monumentos más sui géneris que existe en La Habana es el Monumento a la Wifi que se encuentra en la intersección de las calles Lugareño y Almendares en el llamado Parque de la Pera (en el barrio, que también se llama «de la Pera» por el parque), en el municipio Plaza de la Revolución.

Obra del escultor autodidacta Yosniel Olay, la escultura se develó en 2017 y levantó cierto revuelo, pues, al parecer, las autoridades de Planificación Física y Patrimonio (que son en buena lid, junto a los gobiernos locales) las encargadas de controlar la instalación de cualquier nueva estructura en los espacios públicos tenían ciertas reservas sobre el valor artístico de la misma y la pertinencia de su emplazamiento.

Como sea, el Monumento a la Wifi – que bien puede ser considerado un «monumento low cost», pues su costo total fue de apenas 200 CUC (en ese entonces equivalentes a 5 000 pesos cubanos) – terminó por adornar la esquina de Lugareño y Almendares.

Monumento a la Wifi

Se trata de una figura humana de tamaño natural fundida en hormigón y recubierta de yeso que se sienta con las piernas cruzadas sobre un pedestal de un metro y medio de altura, también de hormigón. En una de las caras de la base se encuentra empotrada una placa de mármol con una sencilla leyenda:

Monumento Wi – Fi

El brazo izquierdo de la estatua se encuentra extendido y en la mano parece sostener un teléfono en búsqueda de cobertura. De este y con dirección a la cabeza, ligeramente ladeada, parecen extenderse las ondas que le cubren la mitad del rostro y terminan entremezclándose con el cabello.

Estas «ondas» también semejan, sobre todo cuando el Monumento a la Wifi se observa desde la parte posterior, la sensación de que se trata de una extensión del cabello mismo y que la mano lo está sosteniendo. De ahí que algunos jodedores hayan rebautizado la obra como el «Monumento al champú».

Al final, resulta complicado, sin ser intrusivo, entrar a valorar el valor artístico del Monumento a la Wifi. Mucho dependerá del recorrido que pueda alcanzar la carrera artística de su autor y de como juzgue la posteridad, siempre tan voluble, la pequeña estatua de Lugareño y Almendares. Por lo pronto sigue ahí, desafiando a los transeúntes con su aspecto rompedor e irreverente.