Cuando las mujeres no hacían mucho más que ser bellas, una niña habanera llamada María Teresa Mora Iturralde revolucionó el mundo de las sesenta y cuatro casillas, se le llamó «prodigio» y fue reconocida como la nueva sensación del ajedrez mundial.
Contrario a lo que se ha dicho no aprendió a jugar hasta los diez años, de la mano de su padre, quien sería además su primer derrotado. Dos años después, ganaba el campeonato nacional escolar.
La bella habanera, nacida un 15 de octubre de 1902, fue un prodigio no solo en el juego ciencia, pues era muy versada en el arte de tocar el violín, en el cual llegó incluso a ofrecer un concierto. Además sentía pasión por la literatura y la docencia. Era, por mucho, una adelantada a su tiempo.
María Teresa Mora la mejor jugadora del Club de Ajedrez de La Habana
En 1917, el famoso ajedrecista estadounidense Edward Everett visitó La Habana, deseoso de conocer a sus homólogos de la isla fue prácticamente directo para el Club de Ajedrez de la ciudad, donde pidió medir sus fuerzas con el mejor jugador del lugar.
Los habaneros en cambio, le.pidieron que primero jugara con una niña de 14 años, lo cual no agradó al norteamericano, por lo que usando la célebre guataquería criolla los cubanos le dijeron que la muchachita nunca había podido conocer a un jugador de su talla, y ansiaba cruzar algunos movimientos con tan reconocido maestro.
Medio molesto, medio agradado, el estadounidense aceptó, sería algo rápido dijo, para complacer a la niñita, pues ansiaba competir contra el mejor ajedrecista del país. En efecto el hombre comenzó con una fuerte ofensiva, buscando terminar rápido, pero pronto el asombro se hizo visible en sus ojos, aquella niña lo había hecho ponerse a la defensiva. Unos minutos después caía por jaque mate.
La confianza, dicen que exclamó, nunca es aconsejable. Pidió la revancha y volvió a caer por un mate fulminante. A esas alturas aquel maestro sólo pensaba que si eso era contra una niña, que pasaría contra el mejor jugador del club. Por eso cuando los cubanos le dijeron que la muchachita era, después de Capablanca, el mejor ajedrecista de Cuba, pareció respirar aliviado.
Mas los campeones verdaderos no se sienten amenazados ante el talento, por el contrario suelen auparlo, justo eso fue lo que hizo aquel hombre a quien una niña anónima acababa de vencer. Cuando regresó a Washington publicó un artículo en la importante revista American Chess Bulletin, titulado “Havana has another prodigy”, en el cual decía:
No contento con haber dado a José Raúl Capablanca al mundo, La Habana llama su atención a otro prodigio del ajedrez en la persona de la niña María Teresa Mora.
La máquina de jugar se pone a estudiar
Sólo una vez se vio al gran Capablanca con la cabeza enterrada en los libros, fue con vistas al Campeonato Mundial de 1922, pero no estudiaba para sí, sino para dar clases a la jovencita María Teresa Mora, pues pretendía que fuese su pareja en la competencia que se avecinaba. Con ella compartía la facilidad en el juego por tiempo y el buen desempeño en los finales.
Ya desde antes La Máquina se había fijado en la joven prodigio, había seguido su carrera, y estado atento a su crecimiento, por eso la escogió, y al hacerlo, prácticamente la señaló como su igual, en algún momento el genio declaró:
Había en La Habana una joven de 12 a 14 años que me interesaba mucho. No sólo era inteligente y modesta en todos los aspectos, sino que, además, jugaba al ajedrez bastante bien (creo que hoy es probablemente la jugadora más fuerte del mundo, aunque sólo tiene 15 o 17 años). En realidad, aprendí yo más que mi alumna, aunque espero que mi joven amiga se beneficie de la docena de lecciones que le di.
Finalmente Capablanca no pudo cumplir su deseo de participar junto a la joven en el Mundial, pues no consiguió el apoyo financiero que sufragara los gastos de aquella. Mucho debe haberlo sentido el campeón, pues la muchacha prometía como acompañante, de hecho como acababa de ganar la Copa Dewar había sido declarada, a sus veinte años, Campeón Nacional Absoluto de Cuba.
No hay peor astilla que la del propio palo
Tal vez por aquello de que la cuña más peligrosa es la que se conforma con la misma madera, María Teresa Mora tuvo el muy raro mérito de derrotar dos veces, y empatar una, al mismísimo José Raúl en su etapa invencible. De hecho, puede que sea el único jugador de ese tiempo que pudo darse el lujo de decir que nunca fue derrotado por Capablanca.
Más la muchacha sosegada, pero jugadora intranquila, era tan modesta y humilde que jamás habló del asunto, e incluso no permitió en vida que se publicaran esas partidas, solo se le escuchó rememorar aquella vez increíble en que hizo tablas con el maestro, así, como si las dos victorias jamás hubiesen tenido lugar.
Dicen que la primera vez que le venció, se le escuchó exclamar con tono de asombro e incredulidad, mientras se llevaba la mano a la boca, como para retener la frase que sin remedio se le escapaba hacia la leyenda: ¡Ay! le he vencido.
El duelo que llenó de orgullo a un país
En noviembre de 1921, un enfrentamiento ajedrecístico paralizó a los amantes del juego ciencia en Cuba, ocurrió cuando María Teresa Mora retó a José Van der Gutch. Era la primera vez que una mujer se atrevía a tales cosas en Cuba, pero no era una fémina cualquiera, era el prodigio habanero, por lo que el resultado podía terminar en historia.
Dicho y hecho, el match fue digno de una película -¿O una serie Netflix?-, pues la cubanita de diecinueve años comenzó perdiendo, más cual pitcher estrella se recobró a último momento y terminó igualando el cotejo, en una remontada de la que se habló durante años. Según dicen, el enfrentamiento entre Capablanca y Lasker al año siguiente, por el título de Campeón Mundial, generó menos expectativas y audiencias.
El largo reinado de su majestad
En 1938 se instauró en Cuba el Campeonato Nacional Femenino -según los chismes viejos los hombres se cansaron de ser vencidos por una mujer-, del cual María Teresa fue, hasta su retiro veintidós años después, la única vencedora.
Su retiro del juego activo no se tradujo en descanso, dicen que hasta el final de su vida, el 3 de octubre de 1980, estuvo ligada de una forma u otra a los tableros, y que su casa fue lugar de peregrinación para las jóvenes aspirantes a leyendas.
El epílogo reciente
El 23 de octubre de 2020 Netflix lanzó la serie «Gambito de Dama», cuyo centro es una joven prodigio del ajedrez. Pese a que el personaje es totalmente ficticio, sitios especializados han señalado que es muy posible que haya sido conformado a partir de la vida de Vera Menchik, Bobby Fischer y… una desconocida cubana amante de la apertura Ruy López y de la defensa Siciliana llamada María Teresa Mora.
Interesantísima historia, creo que muy poco conocida.