Daína Chaviano ha tenido la gentileza de concedernos una entrevista para fotosdlahabana.com. Al inmenso placer de recibir sus respuestas debemos agregar la cercanía, cordialidad y humildad con que nos ha permitido acercarnos un poco a la escritora y a la mujer que nació en La Habana un 19 de febrero de 1957.
Nada de lo que digamos en esta breve introducción mejora sus palabras, al contrario, por eso deseamos que disfruten de la lectura al tiempo que volvemos a agradecer a Daína Chaviano su amabilidad. Si desean conocer más de su obra pueden hacerlo a través de la página oficial de la autora (www.dainachaviano.com).
- FOTOSDELAHABANA: Usted es nacida en La Habana, pero desde 1991 reside fuera del país ¿diría que con la condición de llamarse «habanero» se nace, o se hace?
Nacer allí es un primer paso, pero la condición de “habanero” depende más de experimentar esa sensación de pertenencia que otorgan las vivencias de la niñez, la adolescencia y la juventud. Creo que es durante esas etapas cuando se produce la verdadera magia, que es a la vez condena perpetua, porque una vez que te has impregnado de ese paisaje urbano, una vez que has recorrido y aprehendido sus calles y rincones, quedas marcado.
Yo, que ya llevo tres décadas viviendo fuera de mi ciudad natal, te aseguro que ser habanero es un virus incurable. Sé que la habanidad me perseguirá hasta la muerte.
- FH: Usted ha explorado en profundidad el tema de la inmigración china en Cuba, los orígenes taínos, las mitologías celtas, universos de ficción complejos como el de Tolkien… Yo le pregunto, para usted y culturalmente hablando, ¿de dónde venimos los cubanos? ¿Qué son los habaneros? ¿Hacia dónde vamos los cubanos?
He dedicado tres décadas y varias novelas para intentar responder a esas preguntas. Fue un proyecto que inicié en los años 90 y que agrupa novelas que, aunque independientes entre sí, forman una especie de tesis literaria que titulé “La Habana Oculta”. A este ciclo pertenecen (los libros) Gata encerrada, Casa de juegos, El hombre, la hembra y el hambre, La isla de los amores infinitos e incluso la más reciente, Los hijos de la Diosa Huracán. Cada una de ellas aporta un fragmento de la respuesta.
- Qué cree que es más fuerte en el imaginario colectivo de la creación artística de la Habana ¿La idiosincrasia del habanero o la arquitectura monumental de la ciudad?
Yo pondría a la arquitectura en primer lugar. No es posible escribir sobre La Habana, no se puede hacer una novela verdadera y medularmente habanera, si la arquitectura no ocupa un lugar importante en la propia trama. La Habana es su geografía urbana, el paisaje creado por el hombre a lo largo de los siglos, esa confusión de estilos y épocas que reflejan su historia. Por eso siento que pierdo un pedazo de mí cada vez que leo sobre el derrumbe de un edificio, una estatua o un monumento de esa ciudad.
No importa cuál sea la época en que se construyó, ni por qué razón. Esas estructuras de otros tiempos son nuestro ADN, el origen del gen habanero. No podemos renunciar a nuestro pasado, reflejado en esa arquitectura, como no podemos renunciar a nuestros antepasados, hayan sido genios o criminales.
Esas calles que transportan la brisa marina hasta el corazón de la urbe, esos vitrales y portales que separan y, a la vez unen, la vida pública y la privada, todo ese movimiento fluido que se observa en el paisaje urbano, es también la columna vertebral de sus habitantes. Es el sostén y la guía del alma habanera.
- Usted ha declarado que muchas veces los sitios le sugieren imágenes de tiempos pasados, y se nutre de ellos para escribir. ¿Hay alguna historia, inventada o verídica, de La Habana que cuente en cualquier fiesta entre amigos y sea real/maravillosa?
No suelo contar historias personales relacionadas con La Habana en reuniones ni en fiestas. Algunas aparecen en mis novelas, aunque los lectores siempre creen que son inventadas, incluyendo aquellas que pudieran calificarse de real/maravillosas.
Por ejemplo, en Gata encerrada, mientras la protagonista camina por (la calle) Obispo, cerca de La Moderna Poesía, se cruza con una anciana negra que se atraviesa en su camino y le dice “Cuídate de la lechuza”. Cuando la protagonista se vuelve para comprobar si la enigmática advertencia va dirigida a ella, la mujer ha desaparecido. Esa escena narra una experiencia personal que me ocurrió en aquella misma esquina durante los años 80. Fue un encuentro fantasmal que inspiró el personaje de Muba, el espíritu de la negra esclava, en El hombre, la hembra y el hambre.
- Muchas veces ha dicho que sus referentes literarios son más de la literatura anglófona que de la latinoamericana, ¿es un resultado de su formación profesional, o su formación profesional es debido al gusto por esa literatura?
Se trata de un gusto puramente personal. Desde niña siempre me fascinaron los mitos, las leyendas, la literatura fantástica y la ciencia ficción. Shakespeare, Bradbury, Poe, Homero, y otros autores similares, determinaron mis pautas literarias. Sin embargo, también he sentido una gran afinidad por otros que no pertenecen a las corrientes de lo fantástico o que solo las han rozado ocasionalmente, como Mark Twain, William Saroyan, Anaïs Nin, O. Henry, Salinger, Truman Capote y Margaret Atwood, por citar solo algunos.
En general, siempre me atrajeron más los escritores anglófonos porque sentía que exploraban aspectos psicológicos que no encontraba en los latinoamericanos, más centrados en enfoques sociales, políticos e historicistas.
- Aunque han pasado treinta años de su salida del país, Cuba sigue presente en muchas de sus obras, en eso que usted ha llamado «su otra dimensión«, donde la actualidad casi nunca está. Por otra parte, su éxito literario no ha parado de aumentar. ¿Cree usted que el no haberse ni desarraigado, ni politizado como escritora, y haber mantenido el estilo que la volvió famosa en la Isla con solo 23 años, sean algunas razones de ello?
Realmente no lo sé. Quizás habría que preguntarles a los lectores. Solo ellos saben por qué siguen leyendo o buscando mis obras.
- Miami puede ser una ciudad fría e inhóspita a nivel editorial para algunos escritores con éxito previo en la isla, como dijo una vez Reinaldo Arenas para referirse a la acogida que recibieron escritores como Lydia Cabrera y Enrique Labrador Ruiz. En su caso, parece que su relevancia no se ha visto afectada, y cuenta con una buena base de lectores, podríamos decir que se ha impuesto con la misma suficiencia con que se ganó un público comprometido en Cuba. ¿Cree que sería posible alcanzar lo que ha conseguido sin ganar el premio Azorín? ¿Hasta qué punto considera que en este mundo mercantilizado e influenciable el lector se deja influir por los premios literarios? Y si no influyen en el lector, ¿para qué sirven los premios literarios en la actualidad?
El premio Azorín pudo ayudar a que los lectores que no me conocían fuera de Cuba se enteraran de mi existencia. Pero ningún escritor puede mantenerse en la mira o en el interés de los lectores si su libro (premiado o no) los decepciona o no consigue conectar con ellos. Un premio literario proporciona una visibilidad momentánea, pero se trata de un efecto pasajero que debe ser sostenido por obras posteriores.
Hay escritores con varios galardones literarios que no tienen muchos seguidores. Y también están los que, tras ganar varios premios, han visto mermar sus lectores con el paso del tiempo porque la calidad de sus obras posteriores no resultó ser la que todos esperaban. De igual modo, existen escritores sin premios que tienen legiones de fans. Así, pues, un premio puede producir un primer impacto mediático, pero no garantiza la cifra de lectores que siguen a un autor.
- Cuando me acerqué a su literatura, realicé una rápida relación mental con la figura de Lydia Cabrera, quien, para mí, abrió el camino de la ficción histórica con sus Cuentos Negros de Cuba. Le pregunto, cuando un escritor pasa al exilio ¿cómo se reconstruye esa relación con el país desde el cual se viene? ¿Existe una transición paulatina desde ese país de origen y el país de destino? ¿O se produce una ruptura en el espíritu del escritor a partir de ese momento?
No creo que se produzca ninguna ruptura. Al menos, ese no fue mi caso. Lo que sí hay es un gran dolor, no solo por el hecho de tener que abandonar amigos, familiares, lugares y recuerdos, sino por la terrible certeza de que, si el entorno hubiera sido diferente, si las cosas hubieran transcurrido de otro modo, esa separación no habría sido necesaria.
Algunos cubanos que permanecen en la isla se lamentan por la partida de amigos y familiares al extranjero. Eso no es nada comparado con el emigrante que pierde un país entero y deja toda una vida, con su cargamento de vivencias, para empezar desde cero. Esa clase de tragedia no existe para quienes se quedan en la isla.
A partir de ese dolor, empiezas a reconstruir una nueva relación con tu país natal. Verlo de lejos, tratar de entender en la distancia lo que te condujo a esa separación, es una labor compleja. Necesitas empezar a verlo desde la perspectiva de un universo completamente diferente, con otros valores y códigos que empiezas a aprender. Es un proceso agotador. Si eres alguien que necesita entender los procesos que ocurren a su alrededor, no te queda otra alternativa que sentarte en un diván mental para analizar esa relación con lo perdido. En mi caso, la literatura ha sido ese diván salvador.
Después de esa fase de alejamiento analítico, entras en una especie de transición donde ya te sientes aclimatado en tu nuevo entorno, lo cual no quiere decir que a veces una imagen, un recuerdo, un rostro, no active de nuevo el dolor de la pérdida.
- Los hijos de la Diosa Huracán es una novela ambiciosa y con mucho riesgo porque nadie había incursionado antes de esta manera en el mundo precolombino. Ha ganado dos premios en el International Latino Book Awards 2020, por tanto, el resultado de la crítica ha sido entusiasta para este redescubrimiento del mundo taíno. En el libro encontramos estructuras que bien podrían acercarlo al término de ficción histórica. Sin embargo, algunos lo consideran una novela. Más allá del término, ¿Dónde cree usted que radica la trascendencia de su última obra para los lectores futuros: en la trama novelada o en el regio empaque histórico que permite adentrarse en la vida precolombina cubana? ¿Cómo se le ocurrió forjar una saga de la historia cubana que uniera a los aborígenes con los problemas de hoy?
No sé dónde puede radicar la trascendencia de mis libros, si es que existiera. A juzgar por los comentarios, los lectores se han sentido atraídos tanto por la trama como por la posibilidad de adentrarse en un universo hasta ahora desconocido para ellos: la cultura taína. Explorar ese mundo indígena caribeño, imaginar cómo funcionaba, conjeturar cómo se interrelacionó con la avanzada española y cómo empezó a cambiar durante los primeros años de la conquista, son factores que han generado bastante atención.
También la trama policiaca, situada en una Cuba futura donde van a realizarse las primeras elecciones democráticas después de casi un siglo, añade un interés adicional, porque hasta ahora no existía una novela que hubiera concebido ese marco socio-político.
Las visiones literarias relacionadas con Cuba suelen ser extremadamente oscuras. La distopía se ha convertido en el escenario habitual de los escritores cubanos, lo mismo dentro que fuera de la isla. Por mi parte, quise mostrar una opción diferente a ese realismo sucio distópico que ha permeado el arte cubano de las últimas décadas. Salirse de ese molde implicó una compleja labor de extrapolación para mostrar tanto la Cuba cercana a la prehistoria como su posible futuro, bajo una mirada diferente a la ya acostumbrada. Pero ese era el argumento que necesitaba para seguir —y quizás cerrar— mi ciclo sobre “La Habana Oculta”.
Ten en cuenta que ya había explorado los orígenes de la nación cubana en tres continentes, trabajando con las culturas española, africana y china; había situado mis novelas precedentes en las décadas de los 80, 90 y principios de la primera década del milenio; e incluso, en el aspecto espiritual, mis personajes habían establecido conexiones con la magia celta y las civilizaciones megalíticas (Gata encerrada), se habían interrelacionado con los orishas del panteón afrocubano (Casa de juegos), habían experimentado visiones al estilo del espiritismo kardeciano y discutido sobre misticismo medieval (El hombre, la hembra y el hambre), y habían lidiado con duendes y hadas de la mitología castellana, o dioses y fantasmas cantoneses (La isla de los amores infinitos).
Así es que para crear una novela aún más abarcadora, capaz de incluir los dos extremos históricos de la realidad cubana, debía trabajar con el pasado casi prehistórico de la isla —haciéndole justicia a la más antigua de sus culturas fundacionales, ignorada en obras anteriores— y llegar a un posible futuro cercano, que contuviera una propuesta totalmente diferente a lo ya hecho.
La interrelación entre ambos argumentos nació de manera natural, porque llevo mucho tiempo trabajando con los vínculos espacio-temporales.
- Tus libros destacan como pequeñas enciclopedias, pues realizas profundas búsquedas de información que les confieren una atmósfera de veracidad al punto de que a veces incluso esta atmósfera es superior a la historia en sí misma. Da la sensación de que más allá del foco de acción, de la estructura sorprendente o los personajes bien armados, lo realmente trascendente ocurre de forma global y es el conjunto de la obra y el espacio/tiempo interior que la rige. ¿Hasta qué punto tiene Daína Chaviano un alma de periodista de investigación, o podemos decir que es una escritora de ciencia ficción que tiene como inspiración la realidad circundante?
Hay un poco de todo eso. Siempre me han atraído las investigaciones que me conduzcan a terrenos inéditos. Por eso mismo, en cada novela necesito crear argumentos complejos y personajes con conflictos fuertes. De lo contrario, esas investigaciones podrían tragarse la propia ficción. Precisamente, esa pasión por explorar lo desconocido fue una de las cualidades que me atrajo de la ciencia ficción, al inicio de mi carrera.
Después que salí de Cuba, empecé a trabajar más la hibridación de géneros. No me importa mezclar la historia con la fantasía, la mitología con la política. Pero cada proyecto literario es diferente. Tomo lo que necesito sin ceñirme a los moldes de un solo género.
- «La Habana Oculta» es tu serie más conocida a nivel internacional, coronada por el éxito de La isla de los amores infinitos. ¿Comenzar esta serie fue un exorcismo personal para hacer un stop en el universo que te precedía de la ciencia ficción? ¿Qué orden recomiendas para comenzar a leer estas obras?
Las novelas de esta serie pueden leerse en cualquier orden, porque cada una es independiente de las otras. Su denominador común es su enfoque mítico-histórico para explorar la realidad cubana, partiendo de La Habana como símbolo y centro espiritual de la isla, y por el hecho de que existen personajes de unas novelas que aparecen en otras.
El ciclo se inició con Gata encerrada, que empecé a escribir apenas salí de la isla. Necesitaba conjurar experiencias que había callado durante años. Así se inició la serie.
De todos modos, si me pidieras el orden ideal para leerlas, sería el mismo en que fueron escritas: Gata encerrada, Casa de juegos, El hombre, la hembra y el hambre, La isla de los amores infinitos y Los hijos de la Diosa Huracán.
- Extraños testimonios es un libro sobre el cual existe una gran nebulosa, ¿qué te gustaría rescatar de este libro que ha pasado semi escondido dentro de tu vasta obra pese a ser el último que escribiste en Cuba?
No podría decidirlo. Los lectores responden a sus relatos de formas muy diversas, según sus gustos personales. Pero no muchos saben por qué los escribí.
Durante los años 70 y 80, casi todos los concursos literarios en Cuba incluían el género de testimonio, destinado a ensalzar temas como el trabajo voluntario, ciertos eventos histórico-militares, biografías de campesinos y obreros de vanguardia, alfabetizadores, y cosas así.
Honestamente, esos libros testimoniales siempre me parecieron aburridísimos y absolutamente antiliterarios, porque estaban concebidos como un periodismo a lo realista-socialista. La prensa ensalzaba el género como “el mejor reflejo de la realidad cubana”. Y yo me decía: “Pero ¿de qué habla esta gente? ¿Quién dice que la realidad cubana es esa?” Yo había tenido múltiples experiencias insólitas e inexplicables que no se correspondían en lo absoluto con esa supuesta “realidad” cubana. Así es que decidí escribir mi propio libro de testimonios.
Algunos relatos ocurrieron tal y como aparecen, sin quitar ni añadir nada. Otros nacieron de un evento real, a los que añadí ingredientes ficticios. O simplemente nacieron de la imaginación, aunque están inspirados en sucesos y vivencias reales.
Hubiera sido mi sexto libro publicado en la isla, después de El abrevadero de los dinosaurios. Ya había sido aceptado por la editorial Letras Cubanas, pero nunca llegó a salir porque me fui del país.
- El erotismo es una de las herramientas que ha usado en sus obras para generar momentos de rupturas dentro de la psique de sus personajes. ¿Qué relación tiene el erotismo de su escritura con la psiquis del cubano, tan sexual y sensual?
Existe una especie de mito sobre la naturaleza erótica del cubano. Y cuando digo “mito”, me refiero al culto que se le otorga en la psiquis nacional. Es una imagen afianzada desde mediados del siglo XX que últimamente ha perdido fuerzas debido a los cambios generados por las redes sociales. El eros como marca exclusiva del cubano se ha debilitado bastante, dada la proliferación de divas y divos globales, mucho más visibles en el mundo de la tecnología audiovisual donde Cuba ha perdido terreno a pasos agigantados.
Dicho esto, no puede negarse que aún persiste ese vínculo —real o no— entre la naturaleza del cubano y lo erótico. Pero mi interés por el tema es más psicológico que hormonal. Cuando he recurrido a él, dentro de la literatura, siempre lo he hecho en función del argumento. Cada escena erótica debe provocar un cambio o una transformación en los personajes. No es un recurso que use a menudo. Muchos escritores cubanos recurren al erotismo a modo de ambientación o como simple mimetismo de la realidad, sin que eso contribuya a la trama. En el plano literario, me aburre el erotismo por el erotismo. Por eso necesito una razón muy justificada para emplearlo.
- Podemos decir que el 2004 fue uno de sus mejores años. Marcaste un hito dentro del universo de la ciencia ficción hispanoamericana al ser la Invitada de Honor al mayor evento de ciencia ficción y fantasía del mundo (la 25ta Convención Anual del Arte Fantástico, en Fort Lauderdale, Florida). Por primera vez, un escritor de habla hispana recibía tal distinción. Cuando recibiste la notificación, ¿Qué pensaste? ¿Algún momento en particular de tu vida tomó mayor trascendencia en ese momento? Y sobre todo, ¿Cómo consigue una escritora en español romper esa barrera lingüística y cultural en un género eminentemente masculino?
Esa invitación fue una gran sorpresa, pero no creo que haya pensado en ningún momento concreto de mi vida cuando la recibí. Más bien, vi pasar muchas escenas; sobre todo, vi rostros: de mis padres, de amigos, de lectores…
Nunca me he propuesto romper barreras. Si lo he hecho, ha sido sin darme cuenta. Siempre he escrito sobre lo que quería o necesitaba decir, sin pensar en las consecuencias. Por eso, si hubo alguna ruptura de mi parte, se inició desde que gané el premio David de ciencia ficción, en la primera convocatoria que se hizo de ese género en Cuba. Por simple patrón estadístico, debió ganarlo un hombre de cierta edad, con algún grado universitario, posiblemente ingeniero o científico. Pero el jurado decidió premiar a una joven estudiante universitaria, desconocida para todos, que estudiaba lengua y literatura inglesa.
- No sé si usted ha oído hablar del Banco Mundial de Semillas de Svalbard. Este recinto es el encargado de almacenar semillas de casi todas las variedades del mundo para evitar la desaparición de estos cultivos en caso de una catástrofe natural. Algunos se refieren al mismo como la “cámara del fin del mundo”. Si la literatura cubana tuviese un almacén gigantesco —virtual o físico— en el cual se protegiesen las mejores obras de la literatura nacional, ¿Cuál sería la frase suya que le gustaría que estuviese allí? A poder ser, me gustaría que fuese de su obra más traducida (hasta 27 veces), La Isla de los amores infinitos, que para mí consigue mostrar la compleja simbiosis de la que está formado el cubano en cuanto a tradición y mestizaje cultural y social.
Es una petición difícil. He visto en las redes muchas frases de mis libros que han sido transformadas en citas literarias. Los lectores suelen marcar o destacar aquellas que resuenan con sus propias vivencias y emociones. Yo preferiría que fueran ellos quienes escogieran lo que creyeran digno de ser salvado.
Excelentes preguntas y fantasticas respuestas. Felicidades!
Excelente entrevista a nuestra gran escritora, tengo que ponerme al día con alguno de sus titulos.Pero siempre es un placer leerla,solo comparable al degustar un whisky añejo .
Gran entrevista y fantástica entrevistada. Muchas gracias.