Reseña sobre el Colegio de Belén de La Habana, tomada del libro: «Viaje a América, Tomo 2 de 2 / Estados Unidos, Exposición Universal de Chicago, México, Cuba y Puerto Rico» de Rafael Puig y Valls. Editado en 1894.

Y ya en camino para conocer los centros de instrucción con que cuenta la isla, acompañado galantemente por Don Francisco Vidal, catedrático de paleontología de la Universidad de la Habana, visité el Real Colegio de Belén, dirigido por los Padres de la Compañía de Jesús que allí, como en todas partes, prestan a la causa de Dios y de la sociedad el concurso de su saber y su inteligencia.

Tenía para mí aquella casa singular atractivo que no podía olvidar, como no olvidan cuantos dedican su atención al desenvolvimiento de las ciencias, el concurso que presta el observatorio de la Habana a la meteorología endógena

Observatorio de Belén. La Habana. Siglo XIX.
Observatorio de Belén. La Habana. Siglo XIX.

y exógena del mundo, desde que lo dirigió el padre Viñes, el incansable meteorólogo, el que pedía limosna en nombre de la ciencia a los comerciantes de La Habana para publicar sus hojas y sus cartas, sus folletos y sus libros, comprar instrumentos, montar los aparatos de sismografía y sismometría, ponerlos en estación y pagar al mundo sabio, tan desdeñado en España, la contribución honrosa de su concurso, enalteciendo así el nombre de la patria, el de la Compañía de Jesús y el de sus generosos protectores.

Padre Viñes, primer científico de La Habana en dar un aviso de ciclón tropical
Padre Viñes, primer científico de La Habana en dar un aviso de ciclón tropical.

Yo siento no poder insertar en estas páginas los nombres de los comerciantes habaneros que han ayudado al Padre Viñes en su obra; que aunque el hombre de negocios viera en la obra del ilustre jesuita, tras la idea fecunda la utilidad recabada, no pidiendo a los hombres más de lo que puede dar la naturaleza humana, aun así y como ejemplo, citaría gustoso aquellos nombres, para que Barcelona viera que en otras partes y en territorio patrio, se realiza holgadamente lo que aquí sólo ha podido esbozarse, en la Real Academia de Ciencias y Artes, gracias a la munificencia, nunca bastante agradecida, de nuestras corporaciones populares.

También he pedido yo limosna aquí en nombre de la ciencia, pero con éxito escaso o nulo, mas no importa el resultado a quien está dispuesto a igual prueba cuantas veces sean menester, guardando sólo en su corazón este desengaño con el dolor que no afecta a su humilde condición, si no a la creencia de que estamos aún muy lejos de los entusiasmos que levantan el espíritu público y preparan los hombres y las multitudes a grandes empresas dignas de España.

Vi en el colegio de los jesuitas cuanto revela la tradición de personas avezadas a montar, organizar y desenvolver el difícil servicio de la enseñanza; museos copiosos y bien clasificados, colecciones bien entendidas, gabinetes ricamente dotados; pero, en los altos del edificio, en el observatorio, falta ya el espíritu vivificador del Padre Viñes, falta el entusiasmo del que convierte el servicio en un culto, del que ve a Dios en todas partes y cree hallarse más cerca de Él cuando busca e interpreta sus leyes augustas, cuando siente palpitar la tierra en el sismómetro, cuando sigue la nube e investiga donde se halla el vórtice del ciclón, cuando combina elementos directos o comunicados para la predicción del tiempo del día siguiente, cuando acumula paciente los elementos estáticos y dinámicos de la atmósfera para descubrir la síntesis hermosa y espléndida de las leyes de los meteoros, pensando siempre en el fin, que escapa hoy a la inteligencia humana y que habrá hallado el Padre Viñes, sin duda alguna, en un mundo mejor, premio de sus virtudes, su ciencia y su abnegación.

Continúe pagando el observatorio de los Padres Jesuitas de La Habana la contribución debida a la ciencia, que honrará así la memoria del que fué gloria purísima de la meteorología española.