Catalina Rodríguez Martínez de Tardiña, o (Morales) es uno de los enigmas actuales entre las poetisas desconocidas del siglo XIX cubano.

Nació en Pipían, pequeño pueblo cercano a Madruga, demarcación de La Habana, el 26 de marzo de 1835. Su origen como hija del campo y la naturaleza marcaría el inicio de su obra poética.  

La fecha de nacimiento marca el primer enigma, este escribidor ha leído tres fechas distintas: 26 de marzo de 1835, 1 de abril de 1835, y noviembre de 1857, ésta última fecha aunque más alejada del grupo es la que más dudas le levanta a este autor, pues la misma es ofrecida por Domitila G. de Coronado en su «Álbum pictórico fotográfico de escritoras y poetisas cubanas». 

La autora del citado texto lo escribe por vez primera en 1868 y lo fue actualizando hasta la última edición por ella en 1914. Conoció personalmente a la mayoría de las poetisas incluidas, y en todos los casos contactó con familiares o amigos de cada una de las tratadas. Por lo cual solo podemos asumir que tal fecha se debe a una errata y que realmente Domitila G de Coronado se quería referir al año 1837, pues lo que si queda claro es que la fecha de 1835 es ampliamente cuestionada por las fuentes.

No es menester de este escrito resolver tamaño misterio, pero dejo al lector las pistas por si quiere aportar al debate. (Puede contactarnos aquí)

Catalina Rodríguez surge una poetisa

Crucial va a resultar en la vida de nuestra escritora el traslado de la familia a Matanzas luego de la muerte de su madre, pues en la «Atenas de Cuba» va a encontrar la vida cultural y el culto a la poesía que su talento requería para despegar.

En esa tierra obtendría su primer gran éxito, pues en 1865 su poema «Al Trabajo» resultó ganador de los Juegos Florales de ese año. Siendo la primera mujer en Cuba en alzarse con tan importante lauro.

Catalina Rodríguez
Catalina Rodríguez

En Matanzas su talento se extendería también a la dramaturgia y al periodismo.  Escribió al menos tres obras de teatro, de las cuales solo se conserva «Hijo Pródigo». Colaboró con revistas y periódicos de la Atenas, donde dirigió la revista «Álbum«, La Habana, Venezuela, Colombia, España…

En 1880 es considerada como una de las escritoras más importantes de Latinoamérica y comienza a ser incluida en las antologías más selectas de la lengua española.

Sus siete libros de poemas editados en Cuba y Latinoamérica hablan de lo prolífico de su lira. En el prólogo del primero de ellos, editado en 1867, Felipe Poey realiza el siguiente juicio de Catalina Rodríguez como poetisa: 

» En la Sátira es émulo digno de Jorge Manrique. Corta es la obra; pero fina y punzante como una espina de oro».


Pero…


Hoy solo conocemos algunas poesías sueltas, casi toda su obra se perdió entre las guerras y las ediciones en el extranjero.

Según consignan sitios sobre el tema, investigaciones realizadas en La Habana y Matanzas han permitido rescatar poemas suyos que no denotan gran calidad. Y se levantan las dudas acerca de su real valía como escritora.

Fotos de la Habana atesora en sus archivos varias poesías tomadas del libro ya citado de Domitila G. de Cantero, que dejamos a continuación para que pueda usted formarse un criterio propio.

Poemas de Catalina Rodríguez

Sumario


DESPEDIDA A MI HOGAR 

¿Qué va a ser de mi vida en las ciudades? 

Dije vertiendo doloroso llanto. 

¡ Adiós la santa paz de este recinto! 

Dulce retiro.. . ¡ adiós! 

No más tranquila al reclinar la tarde 

Podré vagar entre modestas flores, 

Sin que coronen mi morena frente 

Las sombras del dolor. 

No más al bosque guiaré la planta 

A escuchar el arrullo de las aves, 

Contemplando las nubes matizadas 

De nácar y carmín. 

Quedad sin mí, la bullidora fuente, 

El fresco otero, la arboleda umbrosa, 

La oveja baladora, el dulce mango 

Y el lindo colibrí. 

Tal vez no vuelva a contemplaros nunca, 

Mis palomas variadas y queridas. 

¿Cuál será mi destino en ese mundo? 

¿Qué será de mí allí? 

Aquí brinda la brisa su frescura, 

Blando lecho la grama, y la tojosa 

Su canto melancólico, que escucho 

Con suave languidez. 

Paz la virtud, sosiego la inocencia, 

Calma el silencio, el alba poesía, 

Y el céfiro vagando en los jardines, 

Inefable placer.

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AL TRABAJO 

(Al Liceo de Matanzas, por el honor que le dispensó a mi obra)

Yo, que vi mecer mi cuna 

Al rumor de un arroyuelo, 

Y las horas una a una 

Conté con ferviente anhelo 

A los rayos de la Luna; 

Yo, que en rústicos hogares 

Alcé mi canto sencillo 

Entre cedros y palmares 

Con modesto tiplecillo, 

Inspirada por mis lares; 

Niña ignorada viví 

Con mi ardiente inspiración, 

Y hora tras hora sentí 

Crecer en el corazón 

El estro que hoy hay en mí. 

Pero una tarde de Mayo, 

En que me trajo el destino 

A la espléndida Yucayo, (1) 

Sentí que de amor divino 

Prendió en mi cerebro un rayo; 

Vi las ondas del San Juan, (?) 

Y los azulados mares, 

Y vi del soberbio Pan (3) 

Las ceibas y los palmares 

Que haciéndole sombra están. 

Tanto amor y tal grandeza 

Hablaron al alma mía 

Y sentí que en mi cabeza 

Vertiera la poesía 

Un soplo de su belleza. 

Contemplad, pues, la emoción 

En que se perturba mi alma, 

Y el miedo y la confusión 

Que embarga este corazón, 

Que nació junto a una palma. 

Si veis que al alzar mi acento 

Trémulo en el labio expira, 

Es por la dicha que siento, 

Es por agradecimiento; 

¡ Perdonad a la guajira !.. . 

_________________________

(1) Nombre indígena de Matanzas. 

(2) Río caudaloso de Matanzas. 

(3) Cumbre elevadísima del mismo lugar.

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SÁTIRA A ELISA 

¿Los lucientes cabellos, qué se vuelven?… 

El carmín de la tez, los lindos ojos, 

En el polvo y la nada se resuelven. 

No templan de la parca los enojos 

Los dientes de marfil, la tersa frente, 

El cuello de azahar, los labios rojos.

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LA CALUMNIA 

La he visto allanando los conventos, 

A las vírgenes puras ofendiendo, 

De mentiras tachar sus juramentos 

Y yo la he visto en ademán horrendo 

En torno de un sepulcro venerado, 

Las tranquilas cenizas revolviendo.

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EL FATUO AFRANCESADO 

«Petulante y soplado cual ninguno, 

Llega al teatro el último, y se sienta 

Los palcos revisando uno por uno. 

Fatal es lo que allí se representa 

Si el autor no es francés ni en griego escribe. 

El teatro español le desalienta, 

Admirador de Crebillon y Scribe, 

Deprime a Moratín, Lope y Moreto; 

Y por la Francia y por sus hijos vive. 

Aplaude algunas veces los mejores, 

Como el burro flautista, casualmente; 

Mas otras le entusiasman los peores. 

Se trouve malhereux y displicente

Cuando el acto primero ha terminado, 

Y al segundo se marcha indiferente»

» En Francia muchas dichas ha gozado 

Le jeune homme elegant; en un momento 

Cien damas del bon ton ha conquistado. 

¿ Desafíos ? si tuvo más de ciento! 

Mais tout hereusement, porque Cupido 

Dio a su brazo valor y atrevimiento».

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A CAMILA SOBRADO 

Cuando eleves feliz tu dulce canto, 

Si lo quieres benéfico y sonoro, 

Pulsa la cuerda de brillante y oro 

Que dichas brinda y entusiasmo santo: 

Los gemidos del negro desencanto 

No sientan bien al femenil decoro, 

Y es del poeta la misión sublime 

Secar el llanto del que triste gime.

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Delirio

Si asoma entre celajes la mañana

y los fértiles campos engalana,

la hermosa luz del refulgente sol,

y por el ancho espacio

pintadas nubecillas van despacio

ostentando gallardas su arrebol.

Si trina entre las ramas el sinsonte

derramando orgulloso por el monte

un baño de armonías y de miel,

y cruzan por las lomas

en confusa bandada las palomas,

o las pardas torcazas en tropel.

Si la tarde; risueña y placentera

a dormirse en ocaso va ligera

pasando sobre el mundo sin sentir,

y si en las noches bellas

se derraman brillantes las estrellas

por un campo bruñido de zafir;

todo lo admiro yo. 

Mas, ¡ay, mi alma

en nada encuentra ni placer ni calma,

y en todo languidez y confusión,

en todo desconsuelo.

Y le mata, ¡ay, Dios!, este punzante anhelo,

y este ardiente afanar del corazón.

De mi alma se levanta eternamente

un eco, que agobiándome inclemente,

incesante me grita: «¡Más allá!»

y en mi delirio ciego,

¡ay!, camino, camino y nunca llego

a la dulce y dorada realidad.

A un mundo que en mi mente se retrata,

de amor, de luces, de frescura grata,

vedado a las intrigas y al dolor;

allá donde solía

llevarme un tiempo, cuando Dios quería,

la inocencia en su seno de candor.

Eterna en su extensión es la verdura,

y el agua corre juguetona y pura

entre mirtos y acacias y arrayán,

allí van los pintores,

las musas, los poetas, los amores,

y alados querubines también van.

Seis puertas de magnífico topacio

van girando despacio, muy despacio,

sobre goznes de perlas y rubí…

¡Es un mundo más bello

que todo, inmenso Dios, que todo aquello

que yo en mis sueños de poeta vi.

Allí alzan mil hermosas sus cantares,

con las frentes ceñidas de azahares,

y el alma rebosando de bondad;

y entre lirios y rosas

se agitan sin cesar las mariposas

en santa y respetada libertad.

En frescos y abundantes manantiales,

pececillos de plata y de corales

se agitan juguetones con afán;

y en misterioso acento,

aves de picos de oro, al manso viento

sublime acorde en competencia dan.

En su seno de amor no tiene entrada

La calumnia impudente y depravada,

ni torpe envidia, ni venganza ruin;

porque guarda sus puertas

con las alas bellísimas abiertas,

un blondo y vaporoso serafín.

¡Oh!, mundo de armonías, do mi alma

pudiera hallar a su martirio calma

sacudiendo la carga del dolor,

yo quiero sublimarme,

y de tus puras flores coronarme

empapada en la savia de tu amor.

Yo quiero disfrutar de tus placeres…

en este que habitamos, las mujeres,

víctimas resignadas siempre son

de la calumnia impía,

que agitando su cólera sombría

les llena de amargura el corazón.

De aquí la paz encantadora y santa

se escapa a otra región, porque la espanta

con su soplo terrible la maldad:

ella envuelve en su seno

cuanto existe de hermoso, casto y bueno;

amores, esperanzas y amistad,

¡Ay!, por eso en mi afán oigo incesante

un eco que gritándome: «¡Adelante!»

me arrastra. ¿Adónde en mi tormento iré?

¿En dónde está escondida

esa inefable dicha apetecida

que yo en mis sueños de placer ansié?

«¡Adelante, adelante!» en tono seco

repite a mi alma atormentada, el eco,

«La tierra no se ha hecho para ti.»

«¡Adelante, adelante!…»

Y yo sigo mi senda vacilante,

devorando mis penas, ¡ay de mí!

¡Delirios son! ¿En dónde están, Dios mío,

las puertas de topacio, y aquel río

del soñado y poético confín?

¿Las musas y las flores,

la paz, los querubines, los amores,

y el blondo y vaporoso serafín?

¿En dónde hallar la apetecida calma,

y ese bendito bienestar del alma?

Ese bello y tranquilo más allá;

que en mi delirio ciego,

errante voy buscando y nunca llego

a la dulce y dorada realidad.

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