Lo primero que se debe aclarar cuando se habla del cine Hatuey del Cotorro es que no hubo uno, sino dos cines Hatuey; uno en Lotería junto a la legendaria fábrica de cerveza, que fue el primer cine Hatuey y otro que primero se llamó cine Alaska y después fue renombrado Hatuey, cuando los topónimos norteños comenzó a sonar mal por estas tierras.
Como sea, aquí vamos a hablar del primer cine Hatuey, el de la Cervecería Modelo. Y decimos de la Cervecería Modelo porque el cine se llamó Hatuey, precisamente, por la Gran Cerveza de Cuba, que se producía en esa moderna fábrica, propiedad de la familia Bacardí.
Cine Hatuey, una sala cervecera en el Cotorro
De hecho, todo lo que había alrededor de esa gran industria se llamaba Hatuey, el cine, el bar, la bodega y hasta el perro del bodeguero… Pero volviendo al cine Hatuey:
Según cuenta el investigador Pedro Luis Jiménez Calvo en sus «Apunte históricos sobre la cinematografía cotorrense», el primer cine Hatuey se inauguró en 1940 y fue el segundo que tuvo la zona, pues con anterioridad había existido uno en la entonces cabecera municipal de Santa María del Rosario.
El cine Hatuey era un pequeño cine de barrio con capacidad para apenas 400 espectadores, dos plantas, butacas de madera y tendencia Art Déco, como la gran mayoría de las salas de cine que se construyeron por esos años en La Habana.
Su dueño era un señor llamado Guido Mendoza, un pequeño empresario que le cogió el gusto a eso de los cines, pues dos años después construyó, también en el Cotorro, el cine Alaska – que como ya dijimos por allá arriba se convertiría en el segundo cine Hatuey después de 1959 – y ya en la década del 50 el Salón Rosa, sin dudas, el mejor cine de ese industrial pueblo.
Que el Alaska se convirtiera en el segundo cine Hatuey sucedió por dos causas: primero por el cierre del primero, ya a mediados de la década del 60 (lo que le confiere el dudoso honor de ser unos de los primeros cines desaparecidos después del triunfo de la Revolución) y porque el nombre del helado Estado era demasiado gringo para esos tiempos de efervescencia escarlata.
Todo indica, según testimonio de los que peina canas que la gente dejó de frecuentar el primer cine Hatuey pues los otros eran mejores; y para colmo se llenó de murciélagos, por lo que su nuevo administrador el Estado cubano, decidió cerrarlo.
Ya por ese entonces el señor Guido Mendoza había tomado las de Villadiego inconforme con el rumbo del nuevo Gobierno cubano y el cine Hatuey no se combinaba con el Alaska y el Salón Rosa, todos de su propiedad, como en los tiempos de su fundador, por lo que la misma competencia de estas salas más confortables y modernas terminó por arruinarle.
Tras su prematuro cierre con apenas dos décadas de existencia, el edificio del primer Hatuey tuvo diversos usos hasta que, finalmente, se convirtió en una casa de vecindad, condición que mantiene hasta hoy.
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