El Anfiteatro de La Habana Vieja es un anfiteatro de estilo neoclásico, con capacidad para 1 700 personas que se encuentra en el municipio del mismo nombre, muy cerca del canal de entrada de la bahía y dentro de la gran manzana que forman las calles Peña Pobre, Tacón, Chacón y la Avenida del Puerto.

Proyecto de los arquitectos cubanos Eugenio Batista González de Mendoza y Aquiles Maza, el Anfiteatro de La Habana Vieja se inspira en los antiguos teatros griegos y romanos y en su construcción se utilizaron la piedra de cantería y el mármol.

Fue inaugurado el 20 de mayo de 1936 con un concierto de la Banda Municipal de la ciudad, dirigida por el maestro Guillermo Tomás. Desde entonces se convertiría en un importante espacio cultural, mucho más asequible económicamente a los vecinos de menos recursos de la ciudad.

Anfiteatro de La Habana Vieja un espacio para todas las artes

En poco tiempo pasarían por su escenario grandes estrellas como Rita Montaner, Pedro Vargas, Benny Moré, Libertad Lamarque o Bertha Singerman; a la vez que servía de sede oficial a la Banda Nacional de Concierto y se pasaban espectáculos musicales y obras de teatro.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 el Anfiteatro de La Habana Vieja continuó por algunos años en su misma función, pero sufrió un largo proceso de deterioro y abandono que hizo peligrar su existencia misma.

Afortunadamente, la intervención de Eusebio Leal y la Oficina del Historiador de la Ciudad vino en rescata del viejo anfiteatro y en 1995 se iniciaron sobre él los trabajos de restauración que le devolverían la belleza y funcionalidad de sus primeros tiempos.

Tarja a José Lezama Lima en el Anfiteatro de La Habana Vieja
Tarja en honor del escritor José Lezama Lima, colocada por la Oficina del Historiador de la Ciudad en el muro norte del Anfiteatro de La Habana Vieja

En uno de los muros perimetrales que dan a la Avenida del Puerto se encuentra una tarja de bronce en homenaje al gran escritor cubano José Lezama Lima, uno de los grandes cronistas de La Habana, quien utilizara el Anfiteatro de La Habana Vieja como escenario casual en una de sus novelas:

«Al llegar al final del parque dobló a la derecha por el Parque de las Misiones, hasta llegar al anfiteatro. Se asomó para ver el proscenio. Entonces observó allí un vacío tan impelente como el del patio de su casa. Reinaba la misma atmósfera, como si en el centro del proscenio estuvieran ofreciendo su trío el sillón balanceando, la espiral de las carcajadas y la puerta abierta».