Playita de 16 llaman en La Habana al tramo de costa cubierto por diente de perro, comprendido entre las calles 16 y 14 en el reparto Miramar.
Sobre la agresiva y cortante roca se construyeron senderos de hormigón que cruzan la Playita de 16 de un extremo a otro y se adentran en un mar profundo en el que hay que bañarse con zapatos, pues no sólo el fondo es rocoso, sino que está plagado de erizos negros, cuyas puntiagudas púas no son nada recomendables.
De hormigón son también los bancos, toscos y feos, que parecen reptar como gusanos sin cabeza sobre las rocas. A su vera los restos de alguna farola o sombrilla de madera desafían el paso del tiempo, destinadas al final a perder irremediablemente, como todo lo que en algún momento peregrino ha osado desafiar al salitre.
La Playita de 16 mucho más que una playita
Tradicionalmente la Playita de 16 fue una playa «pelada» a la que sólo iban a disfrutar de los baños de mar los vecinos de la zona y algunas parejitas furtivas; pero con el paso de los años su popularidad fue en aumento y al día de hoy se pueden observar no sólo una nutrida concurrencia de bañistas, sino también unas cuantas facilidades temporales destinadas a la venta de bebidas y comestibles.
Una prueba de la «reanimación económica» que ha vivido la Playita de 16 en los últimos años resulta la reconstrucción y modernización de los edificios que se encuentran entre esta y la calle 1ra, los cuales llegaron a estar en muy mal estado (algunos incluso ruinosos) a consecuencia del salitre y las ocasionales penetraciones del mar. En los patios de estos inmuebles, que colindan con la Playita se han establecido también algunos emprendimientos privados.
Puede resultar, al menos curiosa, esta popularidad de la rocosa Playita de 16 en una provincia como La Habana, que cuenta con excelentes playas de arenas finas al este de la ciudad; y otras no tan buenas al oeste, pero con una logística mucho mejor, en los antiguos clubes de Mariano.
No se trata, como algunos pueden pensar que los problemas con el transporte hayan obligado a los que visitan la Playita a conformarse con una opción de menor calidad. Es mucho más que eso, sólo hay que leer algunos de los comentarios publicados en el grupo de Facebook «Amigos de la Playita de 16«:
«Lugar de esparcimiento de mis penas y alegrías de mi juventud; cuánto te extraño y no he podido volver, cuántos amigos y vecinos idos y perdidos cuan pocos de mi generación te quedan pero la juventud nacida te ama también tanto como yo playita desde 16 hasta 14.»
«Esa playita es mágica, no se lo que tiene pero te transforma cuando te paras solamente frente al mar…»
Esa deferencia hacia esos 100 metros de roca dura y afilada sólo pueden entenderse desde la psicología y el imaginario popular: el amor por la Playita ha pasado de generación en generación entre los vecinos del barrio de Miramar. Muchos de ellos no conciben su existencia sin bajar al menos un ratico a su Playita de 16. Lo han hecho por décadas, familias enteras y lo seguirán haciendo.
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