El Club de Leones de La Habana se estableció en 1927 y se reorganizó por completo el 27 de octubre de 1936, fecha a partir de la cual alcanzarían notable influencia en la vida socioeconómica del país. Tanta, que no se concebía que un político cubano asumiera una responsabilidad pública o una personalidad de renombre visitara el país y no se reunieran con los leones.

Club de carácter clasista, sólo podían asociarse a él empresarios de capital solvente o profesionales de prestigio, quienes para integrarse debían ser invitados por un socio león que actuara como valedor.

Por sus estatutos fundacionales el Club de Leones se definía como:

«(…) un organismo de servicio de carácter socia, desvinculado de la política partidista y de las religiones sectarias. Integrado por hombres de negocios y profesionales. »

Al presentarse como una asociación desvinculada de las luchas políticas, los leones se hacían simpáticos al pueblo; más cuando desde su surgimiento mostraron una gran proyección patriótica y social que se concretó en incontables patrocinios y obras de carácter público.

Desde el núcleo primigenio de La Habana, el leonismo se extendió a toda la República hasta sobrepasar el centenar de clubes. Entre sus miles de socios primaba el civismo y la voluntad de ser útil, expresada en el que sería lema y guía de los leones: «Nosotros servimos».

El Club de Leones y la cultura

Los leones entendían que el acercamiento de la cultura al pueblo era una condición imprescindible para el mejoramiento de su calidad de vida. Por esa razón apoyaron sin reserva todas las iniciativas nacionales y locales que en esa dirección surgieron; y ellos mismos lideraron, con su prestigio y con su dinero, numerosos emprendimientos.

Cuando en 1939 fue demolida la vieja Cárcel de La Habana y la parcela que ocupaba quedó totalmente abandonada, incluidos los pocos restos que se decidió preservar para recordar el paso de José Martí por tan infame lugar, fue el Club de Leones de La Habana el que propuso y costeó que cada día se izase la enseña nacional en honor al Apóstol de la independencia de Cuba.

Serían los leones quienes, en 1941, instaurarían el Premio Periodístico Eduardo Varela Zequeira – denominado así en honor del espectacular periodista y comandante del Ejército Libertador – y que, junto con el Juan Gualberto Gómez, creado por la Asociación de Reporteros era uno de los galardones de mayor prestigio en el gremio de la prensa.

En septiembre de 1949, junto a las clases vivas del país, el Club de Leones de La Habana fue coprotagonista de unas de las manifestaciones más sui géneris que se recuerde en Cuba, cuando protestó, junto a empresas e instituciones cívicas por el incumplimiento de la promesa del Gobierno de construir un nuevo Museo Nacional en el terreno que ocupara el Mercado de Colón.

Ese día se alzaron frente al Palacio Presidencial decenas de carteles en apoyo al Patronato Pro Museo Nacional, entre ellos se encontraba, por supuesto, el del Club de Leones de La Habana que decía:

«Una ciudad sin museo es una ciudad sin alma»

Decididos a honrar a aquellos cubanos que por su probidad y civismo debían servir de ejemplo a la juventud, los leones financiaron la erección de varios monumentos en la ciudad, como los dedicados a Carlos J. Finlay y Miguel Coyula.


Monumento a Finlay erigido por el Club de Leones de Marianao en 1947

Detalle del monumento en honor del Dr. Carlos J. Finlay, erigido por el Club de Leones de Leones de Marianao a la entrada del reparto Kholy. Textualmente dice:

«En este municipio inició Finlay en 1881 sus trabajos experimentales sobre fiebre amarilla, comprobados igualmente en esta localidad veinte años más tarde. El Club de Leones de Marianao rinde devoto homenaje al gran benefactor que liberó al trópico de su más temido azote.

Julio 13 de 1947.»


El fin de los Leones

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, el nuevo Gobierno cumplió con el ritual de presentar su proyecto ante los Leones:

El mismísimo Dr. Fidel Castro les dirigió un discurso en el almuerzo que el Club de Leones de La Habana le ofreció el 14 de febrero de 1959 en el hotel Habana Hilton, dos días antes de que el comandante guerrillero fuera nombrado primer ministro del país.

Sin embargo, a pesar de la buena sintonía que en un primer momento existió entre el leonismo y el poder emergente en la Isla; en la misma medida en que la Revolución se radicalizaba las relaciones se volvían agrias.

Apenas dos años después del cordial encuentro del Habana Hilton los clubes de leones eran ilegalizados en Cuba por la Resolución 3/827 de 1961 que decreta a la intervención de todos los bienes muebles e inmuebles, así como los activos bancarios de las asociaciones; a la vez que prohibía cualquier tipo de reunión «de carácter exclusivo, discriminatorio o segregacionista».