Carolina Otero (la bailarina española) , nació en 1868. Su talento excepcional y su belleza hicieron que conquistara la fama y el afecto de artistas como Renoir, D’Anunzio, García Lorca y de monarcas como el rey de Inglaterra, el sha de Persia y de Nicolás II, el Zar de Rusia.

En la cumbre de todo su esplendor, José Martí la vio bailar en el Teatro El Edén Museé de la calle 23 de Nueva York en 1890.

Por pura providencia pudo asistir, pues los empresarios a cargo de las funciones colocaban una bandera española, pero esa noche, por alguna razón desconocida, la arriaron, de manera que Martí, que jamás aceptaba la cobija de aquel estandarte se animó a entrar.

“La bella Otero”, suscitó en Martí la escritura de un poema [1] particularmente hermoso y de gran expresividad plástica y cinética, en que describe de forma magistral, la acción del baile, mediante la palabra, colocada de modo tal que no nos parece estar leyendo, sino estar junto al autor en su palco del teatro presenciando el espectáculo.

En el año 1954, la actriz mexicana María Félix decidió realizar una película sobre la famosa bailarina. Fue grande el asombro de la actriz cuando durante la búsqueda de información sobre la vida de la bailarina, la encontró viviendo en París.

La otrora hermosa bailarina, entonces incapacitada y abandonada, vivía en un asilo de ancianos. Falleció en ese asilo a la edad de 94 años en 1965.

Hoy, ya poca gente recuerda el nombre de Carolina Otero, «La bailarina española». Y quedaría olvidada para siempre, de no haberla visto bailar, una sola vez en su vida, nuestro José Martí y regalarle la eternidad con estos hermosos versos:

La bailarina española

POEMA X  "EL ALMA TRÉMULA Y SOLA

"El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española. 

Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero

!Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.

Preludian, bajan la luz
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.

Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.

Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.

Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.

Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.

El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es una rosa la boca:
Lentamente taconea.

Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro…

Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola!

Notas

[1] Se trata del Poema X de sus Versos Sencillos, «El alma trémula y sola», que se ha popularizado con el nombre de «La bailarina española».