«Oye la historia que cóntome un día, el viejo enterrador de la comarca»… Así comienza «Boda negra», una de las canciones de amor infortunado más conocidas de la trova cubana tradicional, que algunos han descrito como el intento mejor logrado de elevar la necrofilia al sentido lírico.
Boda negra: la verdad detrás de la leyenda
El origen de «Boda negra» es bastante confuso, y en él se mezclan la realidad, la leyenda y algún que otro malentendido.
Tradicionalmente, la letra de la canción se le ha adjudicado al poeta romántico colombiano Julio Flórez quien, según cuentan, conoció la historia en una barbería durante una visita a La Habana y la inmortalizó en versos que luego musicalizó el trovador cubano Alberto Villalón.
Otros aseguran que el verdadero autor de «Boda negra» es el sacerdote venezolano Carlos Borges y que inicialmente se tituló «Boda macabra» (un nombrecito menos comercial, pero más ajustado a la historia que cuenta la canción).
Sea cual sea su autor, lo que sí parece cierto es que la canción está inspirada en la historia real de Francisco Caamaño de Cárdenas, un joven poeta y periodista habanero de escasos recursos económicos que vio morir de tuberculosis a su prometida de 18 años.
Irene Gay, que era como se llamaba la joven fue enterrada en el «tramo de los pobres» del Cementerio de Colón, vestida de novia y con un ramo de flores en las manos, como había pedido antes de morir.
Al ser exhumada a los tres años, Francisco convenció (o sobornó) al enterrador para que le entregara el «esqueleto de su amada». Su intención era guardarlos en su casa hasta ahorrar el dinero necesario con el que erigir un panteón en la necrópolis en el que estarían juntos para siempre, una vez que a él le alcanzase también la muerte.
Sin embargo, algunos vecinos, temerosos de que se produjera un brotes de tubercolosis, y otros horrorizados con los rumores de que el joven Francisco practicaba la necrofilia, dieron parte a la policía que allanó la casa y ocupó los restos mortales de Irene.
Después del incidente el joven periodista se marchó a trabajar a Oriente y nunca se sup si al final pudo cumplir su anhelo de levantar un mausoleo a su amada.
Todo parece indicar que le fue imposible, pero la «Boda negra» quedó como tributo a ese amor desgraciado y, al final, inmortalizó su devoción a Irene.
Desde la reina de la trova tradicional cubana, María Teresa Vera, hasta la diva mexicana, Ana Gabriel, incontables son los artistas que han popularizado la Boda Negra.
La «Boda negra»
Letra: Julio Flórez o Carlos Borges
Música: Alberto Villalón
Oye la historia que cóntome un día el viejo enterrador de la comarca: Era un amante al que con suerte impía, su dulce bien le arrebató la parca. Todos los días iba al cementerio, a visitar la tumba de su hermosa, y la gente murmuraba con misterio: "Es un muerto escapado de la fosa". En una horrenda noche hizo pedazos el mármol de la tumba abandonada; cavó la tierra y se llevó en los brazos, el rígido esqueleto de su amada. Y allí en la triste habitación sombría, de un cirio fúnebre a la llama incierta, sentó a su lado la osamenta fría y celebró sus bodas con la muerta. Ató con cintas los desnudos huesos, el yecto cráneo coronó de flores, la horrible boca le cubrió de besos, y le contó sonriendo sus amores. Llevó a la novia al tálamo mullido, se acostó junto a ella enamorado; y para siempre se quedó dormido al rígido esqueleto abrazado.
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